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Si bien los números no son exactos, las variables que entran en juego entre las PASO de agosto y las generales de octubre sirven como referencia para realizar un cálculo aproximado de cuál es el panorama que enfrenta el Gobierno
El gobierno nacional está dividido en dos grupos. El primero, sostiene que revertir el resultado de las PASO es prácticamente imposible y que lo mejor es poner todos los esfuerzos en realizar una transición ordenada hasta el 10 de diciembre para entregarle el mando de la mejor manera posible a Alberto Fernández. El segundo, pide apuntalar la campaña de cara a octubre y dar la batalla convencidos de que se puede forzar un balotaje.
El escrutinio definitivo realizado por la Justicia Electoral que está por finalizar confirmará la enorme distancia entre el candidato del Frente de Todos y Mauricio Macri, que, depende cómo se calcule, hasta podría ser mayor. Sucede que, sin tener en cuenta los votos en blanco (como ocurre en octubre) –en las Primarias se computan para determinar qué fuerzas superan el 1,5% de los votos– el resultado es 49,18% a 33,12% a favor de Fernández.
Si bien por todas las variables que entran en juego entre las PASO y las generales(participación, voto en blanco, votos nulos, migración de electores y los residentes en el extranjero que no pudieron votar) es difícil predecir con exactitud qué sucederá en octubre, teniendo en cuenta los números de agosto, sumado a las tendencias históricas electorales en la Argentina y utilizando lo ocurrido en 2015 como referencia, se pueden sacar varias conclusiones respecto de cómo está parado Juntos por el Cambio de cara a la proeza de evitar un triunfo en primera vuelta del kirchnerismo.
La primera y más importante no es para nada favorable para el Gobierno: si Alberto Fernández no pierde votos, es casi imposible llegar a un balotaje. Tendría que darse una combinación de factores muy improbable para que esto suceda sin que el ex jefe de Gabinete kirchnerista ceda sufragios. Por ejemplo, participación récord, pocos votos en blanco y que la mayoría de los nuevos electores voten por Macri.
¿Cómo se explica esto? Suponiendo que, como mínimo, la participación llega a los niveles de 2015 (81,07%), eso implicaría 1.725.694 de votantes más, ya que en las PASO fue a las urnas el 75,78% del padrón, compuesto por 32.621.816 ciudadanos. Si se mantienen los 758.955 votos en blanco (suelen bajar), los nulos y los impugnados, los 11.622.020 sufragios del Frente de Todos serían el 45,83%. Es decir, victoria en primera vuelta. Si los sobres vacíos bajan a la mitad como ocurrió en 2015 (serían 379.477), esto beneficiaría a Alberto, que obtendría un 46,54%. Pero esta cuenta es bajo la premisa de que ninguno de los 1.725.694 nuevos votantes elegirían a Fernández ni que alguien que votó a otro candidato en las PASO ahora lo hiciera por el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner. Algo demasiado improbable.
El antecedente del 2015 que ilusiona a Cambiemos es el aumento de caudal de votos entre las PASO y las generales. Esto es algo que tienen medido: de los que no van a votar en primera instancia, la mayoría los elije en octubre. Por eso, en la campaña previa al 11 de agosto, llamaron a la ciudadanía a las urnas con tanta vehemencia.
En las últimas presidenciales hubo 2.026.304 más de electores entre agosto y octubre. Y Mauricio Macri, entre estos y los votos que migraron de Sergio Massa, sumó 1.809.789. Scioli, en cambio, mejoró su performance en solo 617.743 sufragios. En ese entonces, esto significó que el candidato del Frente para la Victoria, en porcentaje, bajara del 38,67% al 37,08% y que el postulante de Cambiemos subiera del 30,11% al 34,15%.
Si bien este aumento en cantidad de votos permitiría a Juntos por el Cambio aferrarse a la posibilidad de un batacazo, hay dos diferencias sustanciales con el actual panorama. Primero, la contundente diferencia. En 2015 era de 8 puntos y ahora de casi 16. Y, segundo, la unidad del peronismo. En esta ocasión no está Massa jugando por su cuenta –obtuvo 20,57% en las PASO 2015- y la presencia de Lavagna con su 8% no mueve demasiado el amperímetro.
Y nuevamente vuelve el dato clave: hasta Scioli, que en ese momento se suponía que había llegado a tu techo en las Primarias, obtuvo 617.743 más votos en octubre. Nada hace pensar que Alberto no amplíe su caudal y mucho menos que todos los nuevos votantes opten por Macri.
En rigor, para llegar al balotaje, la diferencia entre Fernández y Macri debería ser menos de 10 puntos y que Alberto no alcance el 45%. Es decir, 44,99% contra 35%. Tomando como referencia el escenario de 2015 (suba de participación al 81,07% y disminución de votos en blanco a la mitad) se confirma el panorama adverso para Juntos por el Cambio.
El 81,07% del padrón son 26.448.872 electores. En las PASO hubo 758.955 votos en blanco por lo que, si bajan a la mitad, serían 379.477. Y hubo 300.019 nulos y 35.707, que suelen disminuir levemente. Es decir que la base sobre la que se calcularían los porcentajes sería de, aproximadamente, 24.974.714 votos ya que los sobres en blanco y los nulos no se tienen en cuenta.
Con estos números, los 11.622.020 votos de Alberto significarían un 46,54% y los 7.824.996 de Macri un 31,33%. Sería victoria en primera vuelta para el Frente de Todos. Esto quiere decir que el candidato kirchnerista debería perder 385.897 votos para bajar a los 11.236.123, que representan el 44,99%. Complementariamente, el postulante del Gobierno tendría que ganar 916.153 sufragios para alcanzar los 8.741.149, que serían el 35 por ciento.