En la primera fila de asientos Jesica, la madre de la víctima, su hermano mayor, Agustín, que lleva el apellido de Fabbro, el mismo que encontró en el iPhone de su hermana los chats de WhatsApp del futbolista con la niña en donde el ex River y Boca le pedía “mandá fotos”, chats que fueron una clave en la acusación.
Nadie se levantó de su silla. Pero Fabbro no estaba, esperaba en una sala cercana. En otra sala estaban su novia, Larissa Riquelme, y su hermano Pablo, que lo defendieron a lo largo del tiempo y declararon como testigos en su favor. Tras dar sus últimas palabras, un breve discurso donde intentó llorar pero no pudo, aseguró ser inocente y les pidió a los jueces una segunda oportunidad, el jugador se negó a estar en la lectura de su veredicto.Había evitado sistemáticamente que la prensa lo viera en cada audiencia. Esta vez no iba a a ser la excepción.
Entonces, el juez comenzó a leer.
Así, el futbolista Jonathan Fabbro fue condenado a 14 años de cárcel por el delito de abuso con acceso carnal gravemente ultrajante de su propia ahijada menor de edad, cinco ataques que ocurrieron durante cinco años, desde que la menor tenía seis años hasta sus once, con tocamientos y eyaculaciones en la boca de la niña descriptos por la propia víctima, una acusación en concurso real con corrupción de menores.
Gastón Marano, abogado querellante que impulsó la causa, había pedido 24 años en un extenso alegato. En tanto, Gustavo Gerlero, el fiscal de juicio, había pedido 12 tras oponerse en diciembre pasado a que Fabbro fuera excarcelado.
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 12, integrado también por los jueces Claudia Moscato y Darío Medina, dictó la pena tras un proceso de cuatro audiencias y un expediente de nueve cuerpos y más de 1.700 fojas. Fabbro, que se negó a estar en la sala en el momento de la sentencia, llegó al juicio tras ser capturado por Interpol en un hotel de Cholula, México, donde jugó con su último equipo, el Lobos de Puebla. Su defensa apostó a encontrar contradicciones en los relatos de los testigos.
Mientras tanto, la prueba se inclinaba hacia la menor. Las valoraciones a las pericias psicológicas en el Cuerpo Médico Forense descartaron elementos de fabulación y hablaron de elementos compatibles con la acusación. En su indagatoria, Fabbro deslizó que se trataba de una interna, de una acusación falaz por dinero, ya que el padre de la chica había trabajado para él, de posibles trolls, supuestos fans de él, que le chateaban a la niña para extraer información que lo beneficiara. Incluso habló del tamaño de su pene, que cómo podía ser que la víctima no lo hubiera mencionado. En su declaración en el juicio, en la que incurrió en varias contradicciones, aseguró que hablar de su miembro fue “una estrategia”.
El entorno de Fabbro históricamente apuntó a cuestionar el relato de la menor, cuyos padres declararon en la primera audiencia del juicio y dejaron la sala en llanto. La niña hasta pidió un bozal legal contra Anabel Fabbro, hermana del jugador, su madre Martha Zabala y Larissa Riquelme, su pareja, que le fue otorgado. Riquelme lloró al conocer el fallo y gritó: “¡Puta Justicia!”.
Durante el proceso, además, se filtraron pericias ginecológicas que relataban que su himen estaba presente, algo que fue inútil, ya que la Sala VII que confirmó el procesamiento del jugador razonó por mayoría en su fallo que la penetración oral constituía un acceso carnal.
Jesica, la madre de la víctima, aseguró: “Acá no hay alegría, solo tranquilidad. A las nenas y mujeres que fueron abusadas les digo que denuncien, que se puede, no importa quién las haya lastimado.” El querellante Marano, por su parte, destacó a la víctima misma: “Se quitó finalmente ese fantasma horrible que se le impuso a la veracidad de los dichos de la menor. Desde el primer momento sostuvo lo mismo. Fue más valiente de lo que fueron muchos de los adultos en este caso. La heroína aquí es ella”.
La pena impuesta vencerá el 19 de diciembre de 2031. Mientras tanto, Fabbro continuará preso en el pabellón de agresores sexuales del penal de Marcos Paz.