LA CAPITAL
Encuestadores coinciden en que la pandemia sigue siendo el principal problema para la opinión pública, pero la economía preocupa cada vez más.
A 51 días del comienzo de la cuarentena la pandemia sigue siendo el principal problema para la opinión pública, pero se encienden cada vez más alarmas por la situación económica, coinciden los encuestadores.
Es lógico: con el frente sanitario relativamente contenido, el foco de atención se desplaza hacia los daños colaterales de la cuarentena: el agotamiento social y la parálisis de la economía.
«El humor colectivo va cambiando en el tiempo —señala Ricardo Rouvier—. La primera reacción fue metabolizar la sorpresa de la bomba biológica que conmociona a todo el mundo, y en nuestro país se actuó con rapidez y en forma estricta».
Luego, indica el consultor, el humor social fue modificándose. «Pasamos de la predominancia de la cuestión sanitaria a un incremento del factor económico en la preocupación colectiva», sostiene Rouvier.
En la misma línea, Lucas Romero, director de Synopsis, evalúa que «la opinión pública está mayoritariamente preocupada por el virus pero crecientemente preocupada por su situación económica».
Entre fines de marzo y fines de abril, relevó Synopsis, la proporción de personas cuya principal preocupación es el coronavirus cayó del 79 al 60 por ciento. En contraste, aquellos cuyo principal temor pasa por su situación económica trepó del 16 al 35 por ciento.
«El éxito de la cuarentena, en términos de mostrar resultados positivos en comparación con otros países, más un factor de familiaridad con el virus hace que ceda en algunos casos la preocupación por la pandemia y predomine la preocupación económica —explica Romero—. Hay una amenaza que la gente todavía no ve resuelta».
Para Raúl Aragón el humor social oscila entre el miedo al contagio y el hartazgo al encierro.
Y alerta: «La tolerancia al encierro está disminuyendo, es gradual, no explosiva, pero es todos los días un poco más. El próximo período de cuarentena va a ser absolutamente necesario dar algunas válvulas de escape a esa tensión o de lo contrario podría producirse un levantamiento espontáneo de la cuarentena, donde directamente nadie respete la medida. Eso sería una situación incontrolable para el gobierno«.
Precisamente, el ingreso en la fase 4 de la cuarentena —salvo para el área metropolitana de Buenos Aires— apunta a descomprimir esa tensión.
La grieta juega
Además, el último informe de Synopsis revela un dato interesante: en la balanza en que cada persona pesa si le preocupa más la salud o su situación económica juega no sólo su situación sociolaboral sino también a quién voto en las elecciones presidenciales del año pasado.
Por caso, al 74 por ciento de los votantes de Fernández le preocupa más el coronavirus y 24 por ciento su situación económica, mientras que los que optaron por Macri se reparten las alertas casi en partes iguales: 49 por ciento se inclina por la economía y 46 por ciento por el virus.
Para Romero, en esa divergencia subyace también una estrategia de los encuestados: «Los votantes de Macri mencionan mayor preocupación por la economía porque entienden que allí hay un punto más débil del gobierno, y entre los votantes de Alberto Fernández hay mayor preocupación por el virus, porque creen que ahí hay una fortaleza del oficialismo».
Lo cierto es que a siete semanas de comenzada la cuarentena Alberto Fernández conserva elevados niveles de apoyo, incluso entre quienes no lo votaron el año pasado.
En el último relevamiento de Aragón & asociados el primer mandatario tiene 64 por ciento de imagen positiva; en el de Rouvier & asociados, 67 por ciento, y en el de Synopsis, 53 por ciento.
Sin embargo, en las últimas semanas la sequía económica y la polémica sobre la excarcelación de los presos hicieron mella sobre la imagen del presidente.
Para Rouvier en realidad lo que ocurrió es que la imagen presidencial detuvo su crecimiento. En cambio, Aragón y Romero coinciden en que hubo un descenso en la valoración de Fernández, pero descartan un cambio de tendencia o una caída abrupta.
Romero considera que «hubo una serie de traspiés que fueron generando cierto desgaste». Por ejemplo, el viernes negro en los bancos, las compras con sobreprecios del Ministerio de Desarrollo Social, las demoras en implementar medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia o ayuda para las pymes.
En tanto, Aragón subraya que en realidad la evaluación de la gestión tiene al menos tres dimensiones: «Una es la calificación de la gestión de la crisis, que tenía casi 87 por ciento de aprobación y bajó ligeramente. La otra es la calificación de la gestión desde que asumió hasta ahora: tenía 77 puntos y bajó a 72 en una semana. Y a su vez está la calificación de la imagen del presidente: estaba en 67 puntos y bajó a 62».
El titular de Aragón & asociados subraya que el debate sobre la liberación de los detenidos impactó en la imagen del presidente por un motivo muy específico. «Tomó una posición indefinida, y en las crisis las posiciones tienen que ser extremas. Esa indefinición permitió que los opositores instalaran la idea de que el presidente era el autor de esas excarcelaciones, cuando no fue así. Hubo un error de comunicación del presidente», sentencia.
Desacople
Con todo, Fernández y Horacio Rodríguez Larreta encabezan el ranking de dirigentes imagen.
Cristina Fernández de Kirchner tiene 56 por ciento de valoración negativa en el estudio de Aragón y 52 por ciento en el de Rouvier. También Mauricio Macri y Patricia Bullrich tienen una imagen negativa muy alta en la sociedad, agrega Rouvier.
Por su lado, Romero remarca un activo que conserva por el momento el primer mandatario: el desacople entre costos económicos y responsabilidad política. «Parece haber una tendencia a interpretar que es la pandemia la que causa el daño económico y no el gobierno; eso explica por qué bajó tan poco la imagen de Alberto Fernández a pesar de que la situación se deterioró mucho en los últimos treinta días», plantea el consultor.
De todos modos, Romero advierte que si la crisis se profundiza quizás sí el gobierno empiece a pagar costos altos por los efectos de la política sanitaria.