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Una mañana de mucha preocupación y escasez de sonrisas

Argentina se entrenó luego del decepcionante empate con Islandia. Hubo caras de tensión, poca charla y Sampaoli estuvo hiperquinético.

No había que ser un visionario para entender que ayer a la mañana no era el mejor programa dominguero darse una vuelta por el entrenamiento de la selección nacional en el Bronnitsy Training Centre. Es que no hubo arranque ideal de la selección argentina en el Mundial de Rusia 2018 y esa circunstancia desfavorable que atravesó el equipo de Jorge Sampaoli repercutió en el día después del empate contra Islandia en Moscú. Se notó que el resultado inesperado, más que nada por la endeblez del adversario, abrió una crisis de autoestima en el plantel y cuerpo técnico. Nada que invite a dramatizar, pero sí para atender urgentemente. Porque Argentina ya se encuentra en apuros desde la segunda fecha del grupo D. El partido del jueves ante Croacia en Nizhni Nóvgorod, una de las ciudades más militarizadas de la era soviética, adquiere un relieve insospechado para los cálculos que hacía el Zurdo a la hora de prepararlo. Pocos creían que este encuentro llegaría entre la desconfianza, los temores, los debates internos y la imperiosa necesidad de despegarse cuanto antes de ese lastre histórico que tanto carcome a esta generación de futbolistas.

En los quince minutos permitidos para la prensa se respiró un clima de tensa calma. La mayoría estaba atrapada en el escepticismo. Hubo escasez de sonrisas y exagerada preocupación. Sampaoli fue uno de los primeros en ingresar al campo de juego en el que después dirigiría el entrenamiento con el grupo de jugadores que no fue titular ante Islandia. Apenas traspasó el sector en el que se ubican los periodistas, que dicho sea de paso está vallado y vigilado por agentes de seguridad y voluntarios que trabajan para la Fifa, se dirigió hasta una de las tribunitas montadas al borde del campo y se sentó solo. Contempló unos minutos el ambiente con la mirada vaya a saber hacia dónde iba y luego se paró para ir de un lado a otro sin un destino elegido. Más tarde volvió a sentarse para entablar una conversación con su ayudante Sebastián Beccacece, aunque enseguida se paró. A todo esto, los futbolistas ni siquiera habían pisado el campo de juego. Recién algunos minutos más tarde fueron llegando los rosarinos Lo Celso (¿será titular?), Ansaldi, también pasó el Patón Guzmán, Mercado, Pavón, Acuña y así hasta completar el grupo que estuvo sentado en el banco de los suplentes o jugó pocos minutos. Sampa seguía hiperquinético, sin parar un minuto ni poder encarcelar la ansiedad. Parafraseando a la mente brillante de Charly García, el Zurdo estaba yendo de la tribuna a la cancha, en lógica alusión a la canción del cantante de bigotes bicolores “Yendo de la cama al living”.

Hasta que en un momento se subió al carrito que habitualmente usan los que no quieren o no pueden caminar debido a las enormes distancias del predio, se sentó en el asiento del conductor e intentó ponerlo en marcha. Una y otra vez, pero sus intentos fueron tan fallidos como la mayoría de los cambios que introdujo el sábado contra Islandia. Es evidente que Sampa anda con problemas para hacer funcionar las cosas. Primero fue la responsabilidad que tuvo en la decepcionante producción del equipo y ahora no pudo ni hacer arrancar de movida a un carrito. Hasta cambió la llave de contacto y tampoco tuvo suerte. No le quedó otra que pedir ayuda y recién ahí logró ponerlo en funcionamiento y salió marcha atrás hacia el sector del alojamiento.
Ya con los jugadores en el campo de juego, el entrenador casildense los recibió dándoles un beso a cada uno para saludarlos por el Día del Padre. Con los titulares ante Islandia repitió el acto de afecto cuando los vio adentro de la concentración, ya que durante esos quince minutos permitidos estaban realizando tareas en el gimnasio con el profe Jorge Desio. Si bien el grupo luce armónico y monolítico, la cena del sábado cuando la delegación argentina llegó a Bronnitsy procedente de Moscú no fue como la de las noches anteriores. Es cierto que los jugadores estaban cansados, pero la mayoría apenas probó bocado y muchos se fueron raudamente a sus habitaciones antes de que terminara el partido entre Croacia y Nigeria, los próximos rivales. Lionel Messi, muy caliente por la chance desperdiciada en el penal que le atajaron, fue uno de los más tocados, según se vio cuando todos se sentaron a comer. Que Leo esté así es normal porque es supercompetitivo. Quiere ganar a todo y siempre. Ya sea jugando al truco con su amigo Agüero y mucho más con la camiseta albiceleste. Lo que altera más el sistema nervioso que el propio empate es pensar que la robustez anímica no parece ser una virtud que acompañe a todos lados a este grupo.

Otro que inspeccionó los rincones del predio, aunque estuvo menos activo que Sampaoli, fue el presidente de la AFA, Claudio Tapia, cuando apareció en escena en el entrenamiento. Chiqui es un viejo zorro que ya pasó por todas en su vida como dirigente y por eso ausculta a la perfección las consecuencias de la igualdad en el debut contra Islandia, una selección que nunca antes había sellado su visado en un Mundial.
Tapia la tiene muy clara desde todo sentido. Sabe que no fue el estreno imaginado, pero igual hay que bajar los decibeles. Cree fervientemente en estos jugadores, en el técnico y en la posibilidad de ganarle a Croacia para que el equipo quede bien posicionado en el grupo. Fue otro de los que se acordó de saludar y apenas miró hasta el sector en el que estaban los periodistas gritó para que todos lo escucharan: “Feliz día para los que son padres”. Un gesto de respeto del presidente de la AFA, quien se sentó en el lugar que ocupa siempre en la tribuna y se puso a cebar unos mates. Un ritual que cumple religiosamente cuando el plantel argentino está en plena práctica.
Ya durante la tarde todos mostraron otros semblantes porque, después de comer un asado al mediodía, muchos de los jugadores recibieron la visita de sus familiares y sus hijos para festejar el Día del Padre (ver página 16). Fue el único instante de la jornada de ayer en la que la delegación argentina dejó de repasar mentalmente, aunque por algunas horas, el paso fallido que se dio en el arranque del Mundial.

“Parecía que sólo nos podía salvar Leo”

“Esta vez parecía que el único que nos podía terminar salvando era Lionel, pero es lógico que Messi no puede hacerlo siempre. Después, si el planteo para este partido fue acertado o no es una cuestión del técnico en la que no me puedo meter”, refirió el referente sanlorencino Javier Mascherano al asumir el muy flojo nivel de juego

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