“¿Por qué no lo hacemos nosotros?”, dijo uno de los representantes de los clubes náuticos durante una reunión realizada para buscar una solución al problema generado por la presencia de gran vegetación acuática natural que taponó la navegación hacia la laguna Setúbal en su desembocadura, sobre la Costanera Este. Y lo hicieron. Llevan varios días, jornadas de machetazos, grampines y guadañazos bajo el sol, parados sobre camalotes, canutillos y otras especies, saltando entre embarcaciones, para tratar de abrir paso hacia el precioso espejo de agua que es emblema de la ciudad.
Las tareas continuaban este martes a la siesta, pero comenzaron días atrás y se intensificaron durante el descanso de Semana Santa. Los navegantes llegaron en lanchas, yates y botes y comenzaron de a poco, con paciencia, vegetal por vegetal, horas y horas, días y días. Poco a poco se fue abriendo un surco entre la gran pared verde y natural. Así la mancha marrón de agua del río fue cada vez más grande. Hasta que finalmente atravesaron parte del embalsado. Pero la imagen del drone de El Litoral no trajo buenas noticias. A simple vista, falta mucho para alcanzar la meta, al menos unos 35 metros de espesa y compacta vegetación. A lo que se le suma que aguas arriba sigue viajando vegetación que llega hasta ese lugar y se compacta.
La presencia del embalsado tuvo gran repercusión social. Por estos días eran no pocos los que hablaban del tema en las calles de Santa Fe. Incluso hubo curiosos que se acercaron a ver el fenómeno.
Á TAMBIÉNEmbalsados de la discordia: este martes es el día clave para intentar abrir paso a la laguna Setúbal
Mientras tanto, un grupo de investigadores de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas estudia el gran embalsado. Los especialistas quieren conocer en profundidad sus características. Por eso analizan la variedad de vegetación que lo compone y su comportamiento. Miden volumen, peso y presión del “colchón verde” conformado por tallos, raíces y plantas, que tapona la desembocadura de la Setúbal entre los pilotes del antiguo puente ferroviario. También analizan cómo impacta en la corriente.
“Es una gran cantidad de vegetación entrelazada”, graficó Aylén Carrasco, docente e investigadora de la FICH. “Un muy denso colchón de plantas enredadas sobre la superficie del agua, de unos 25 o 30 centímetros por debajo de la superficie y unos 15 centímetro, arriba -contó-. Esos tallos y raíces entrelazados forman un tejido sobre el cual crecen las plantas que ya alcanzan a tener dos metros y medio de altura”, describió.
Para dimensionar lo que es la maraña verde, Carrasco apuntó que los diferentes tipos de canutillos que la componen “tienen hasta 14 metros de largo”, según pudieron verificar. Estos canutillos son los que conforman este tejido y lo solidifican. Así el embalsado es tan firme que no se disgrega al impactar contra los pilotes ferroviarios, en su viaje aguas abajo.