La autopsia confirma que no hay lesión genital, pero los golpes que sufrió hacen suponer que evitó un abuso y por eso el agresor la estranguló.
Familiares, amigos y vecinos acompañaron ayer al cementerio municipal de Esperanza el cortejo con los restos de Agustina Imvinkelried, la estudiante secundaria de 17 años hallada muerta el lunes en unos pastizales, luego de haber estado desaparecida tras salir de un boliche el domingo al amanecer. La autopsia realizada en la morgue judicial de Santa Fe estableció que la joven no fue violada aunque los investigadores conjeturan que sufrió un ataque de índole sexual que, al resistir, indujo a su agresor a provocarle la muerte.
El cuerpo de Agustina no presentaba lesiones a nivel genital pero sí evidencias de golpes que el sindicado asesino de la joven, Pablo Trionfini, le había asestado. Este empleado municipal de 39 años se quitó la vida la mañana del lunes cuando todas las evidencias lo señalaban como el atacante. El examen forense determinó que la muerte de la chica se produjo por asfixia por compresión del cuello, es decir, por estrangulamiento.
La ciudad destemplada
Conversaciones en susurro tanto como destempladas discusiones indican por igual que la ciudad no recobraba ayer el aliento ante el estupor del lunes. Entre horrorizados e incrédulos, ninguno de los 45 mil habitantes de esta ciudad, cabecera del departamento Las Colonias a 38 kilómetros de Santa Fe, permaneció ajeno al drama. El asesinato del que la televisión nacional habla sin pausa desde el domingo a la mañana es de Agustina Imvinkelried, una nena por todos conocida. O conocida por algún conocido que en la ciudad es casi lo mismo. Al igual que su familia, sus dos hermanos, su hermana. Su papá, una figura pública, empresario y presidente de un club deportivo, además.
Y del victimario del que hablan los medios que se ahorcó cuando la justicia y la policía lo fueron a buscar a su casa porque las cámaras de la ciudad lo habían registrado hablando con ella en la madrugada del domingo y permitieron identificar su auto. Pablo Trionfini era otro conocido de la ciudad en la que todos, aunque sea de mentas, parecen saber quién es quién. El o sus hermanos, uno como funcionario municipal y el otro (hoy en el exterior) también destacado en el mundo deportivo en su paso como entrenador por el Club Unión de Santa Fe.
Esperanza está en shock. La tragedia, coinciden la mayoría de los vecinos con los que este diario habló, produce un tremendo desasosiego. La lluvia de la mañana hizo más perturbador el entierro de Agustina. El dolor de sus padres y hermanos acompañando el féretro a la salida la misa en la Basílica Natividad de Santísima Virgen o entrando al rato en el cementerio municipal al filo del mediodía, fue una angustiada postal de esa vida moderna que todos recelaban en silencio.
Hacia el norte
Agustina salió sola del boliche Teos, la disco que hace una década fundaron a hicieron célebre los hermanos Rudolf y a la que van a bailar entre 3 y 5 mil personas cada fin de semana de una amplia zona incluida la ciudad de Santa Fe, porque nada malo podía pasarle. Ni debía. Si bien su casa queda a un kilómetro y medio hacia el oeste del lugar, ella salió hacia el norte porque iba a dormir a la casa de una amiga, que queda cerca de la vivienda de Trionfini. Esa coincidencia pudo haber resultado fatal, intuyen los investigadores.
La autopsia de la joven reveló que aún estaba viva cuando el asesino la mal enterró en un descampado cercano. Cada dato agregó angustia al drama. Se presume que Trionfini —quien era padre de un hijo pequeño y se había separado en malos términos de su esposa que lo llegó a denunciar judicialmente— habría intentado abusar de Agustina dentro de su auto.
Las afueras
Esperanza está cruzada por dos rutas. La 70 que la atraviesa de este a oeste y va desde Santa Fe rumbo a Rafaela y la 6, de norte a sur, desde Franck a Nelson. En el cuadrante sur de esa cruz que hacen ambas rutas está ubicada la disco. Ocupa unas 3 hectáreas (de las cuales 1,5 está destinada a estacionamiento en la parte trasera) a unas diez cuadras de la ruta 70 y entre un laboratorio químico de un lado y una cerealera del otro. Una zona en otra época era las afueras de la ciudad pero que aún no tiene muchas viviendas. De allí que en las fotos que los hermanos Rudolf publicaron en Instagram o el video que entregaron a un cable local para demostrar que Agustina salió sola del local se vea tan despoblado el lugar. Solo el puesto donde compró una hamburguesa y unos un remises estacionado a la espera de clientes.
Agustina no se encontró con sus amigas ni fue a dormir a casa de una de ellas. Eso fue lo que alarmó. La encontraron asesinada al promediar la mañana del lunes a unos 300 metros al norte y unos 200 al este de la puerta de Teos, de la que se la vio salir sola unas horas antes. Cámaras del municipio permitieron advertir que en algún momento conversó con alguien que estaba en un auto.
Una vez identificado el auto y averiguado el nombre de su propietario la Justicia libró una orden para allanar su casa. Cuando llegaron los policías lo encontraron colgado de la viga de un galpón. Todo hace suponer que se suicidó cuando supo que lo buscaban. Después un vecino relató que le pidió prestada una pala y que se despidió para siempre.
La duda
Ayer en la página web en la que las dos casas mortuorias que comunican los fallecimientos y sepelios en la ciudad nada se informó acerca de Trionfini. Otro signo negativo de la transformación de la ciudad. En ese portal ya no se publican las direcciones de las casas en la que vivían los muertos para evitar que mientras todos están en el velorio y posterior entierro entren ladrones al domicilio. Ante consultas de este diario no se confirmó qué pasó con el cuerpo de Trionfini.
La Justicia ya había determinado su deceso por suicidio o que carecía de marcas, por lo que fue entregado a los familiares. No hubo velorio. Se cree que en la noche del lunes su familia le dio sepultura en discreción. No pocos vecinos lamentan la desgracia que recayó sobre esa otra familia conocida, en la vida futura de su hijo y tanto como de su actual pareja con la que publicó que se había comprometido y subió un foto juntos en Facebook poco antes de decidir su final.
Anoche se realizó una segunda y multitudinaria marcha de los vecinos. Otra vez el fin fue expresar el dolor colectivo, repudiar el crimen y buscar conjurar tan horribles dolores de crecimiento de la ciudad que fuera la primera colonia agrícola del país y que zanjara una enconada diferencias cuando el gobernador Nicasio Oroño en la década del 60 del siglo XIX promulgó la primera ley de matrimonio civil del país. Hasta entonces Esperanza estaba dividida. De un lado de la plaza vivían los protestantes, del otro los católicos. La primera pareja de credo mixto que no logró que ni el cura ni el pastor los casara se juró amor eterno en la plaza y movió al gobernador a dictar la ley por la cual fue excomulgado junto a sus 49 generaciones descendientes. Hoy este pueblo se jacta de ser la capital del ecumenismo.
La de anoche fue una marcha del silencio, sin oradores, sin consigna alguna. Se pidió que sólo se llevaran velas. El periodista local José Zenclussen se lamenta del «golpe que recibió la ciudad» y asegura, que todos deberán «reflexionar sobre los cambios en la sociedad esperancina y los anticuerpos que habrá que generar a los males indetectables del crecimiento social».
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