INFOBAE
“El virus H1N1, que podría haber matado de 2 a 7 millones de personas, muestra la rapidez de la difusión adquirida gracias a la globalización. Los expertos parecen estar de acuerdo en que el principal riesgo epidemiológico vendrá de una nueva forma de gripe A, para la cual no habrá inmunidad posible o apenas la habrá, que circulará muy rápido y fácilmente de persona a persona”. Así decía el economista francés Daniel Cohen en “Homo Economicus”, libro publicado en la Argentina en 2012 con el subtítulo “El profeta (extraviado) de los nuevos tiempos”. Lejos de una profecía, era solo una educada conjetura sobre los riesgos que acechan a un mundo cada vez más interconectado, en el que causas y efectos se mueven a ritmos antes impensables y con lógicas complejas de prever o discernir.
Más de 100.000 personas contagiadas, más de 3.000 muertes y más de 100 países en que -en pocas semanas- se ha detectado la presencia del virus, son por cierto cifras considerables, pero el más profundo impacto sobre la economía son la incertidumbre y el temor, inevitablemente propagadas por los medios y amplificadas en los mercados mundiales: caídas bursátiles, baja del valor de las materias primas, fuga de los activos financieros “de riesgo” y “vuelo a la calidad” hacia activos de refugio, como metales preciosos y bonos del Tesoro de EEUU, a la vez principal deudor mundial y país con la moneda más usada y los activos considerados más seguros.
Caídas bursátiles, baja del valor de las materias primas, fuga de los activos financieros “de riesgo” y “vuelo a la calidad” hacia activos de refugio, como metales preciosos y bonos del Tesoro de EEUU, son unos de los efectos inmediatos del virus
El hecho de que el foco inicial haya sido China amplifica los efectos. De un lado, es la factoría mundial, proveedora de 20% de los bienes intermedios que se comercian globalmente, gran abastecedor de piezas electrónicas, productos químicos, farmaceúticos y de transporte, voraz demandante de alimentos y materias primas y “locomotora” del crecimiento mundial de las últimas décadas, al punto de que llevaba 44 años de crecimiento ininterrumpido, incluso medido en frecuencia trimestral.
Del otro, es un régimen autoritario, de partido único, que así como ocultó inicialmente el problema podría aún estar ocultando información, pero que por eso mismo pudo tomar medidas -como la cuarentena más grande de la historia de la humanidad- prácticamente imposibles en una democracia.
El ocultamiento o la manipulación en casos así pueden tener efectos dramáticos. Sobre el final de la primera Guerra Mundial, ayudada por la desmovilización de tropas, la “Gripe Española” mató unas 50 millones de personas en todo el mundo, más que las muertes militares de las dos guerras mundiales juntas.
Al respecto, un reciente artículo de la revista New Yorker cuenta, citando al historiador John Barry, que en EEUU el virus llegó primero a una base en Kansas y de allí se propagó, a través una nave de la Armada en la que empezaron a morir soldados, a Filadelfia, para luego esparcirse hacia Nueva York, Los Angeles y otras ciudades. Las autoridades sanitarias insistían en atribuir todo a la gripe común, porque todavía estaban influenciadas por el “Comité de Información Pública” y el “Acta de Sedición” que el presidente Wilson había establecido en 1917, cuando EEUU entró en la guerra. Así se perdió un tiempo clave y la “gripe española” mató en EEUU más gente que en España, que tampoco era el país de origen: así la llamó la prensa española porque había enfermado al rey Alfonso XIII. En suma, el ocultamiento y la mentira matan.
Volviendo a la economía, el cierre temporal de plantas y puertos en China, la consiguiente paralización del transporte marítimo y la abrupta disminución del transporte aéreo ya provocó la quiebra de una aérea low cost (la británica Flybe) y la Asociación Internacional de Transporte Aérea (IATA, según sus siglas en inglés) estimó que el coronavirus le provocará al sector pérdidas de 113.000 millones de dólares.
El Banco Asiático de Desarrollo calculó que el brote podría generar pérdidas por 347.000 millones de dólares, dos tercios de esa cifra en China, por la interrupción de la cadena de suministros global, los problemas en los sistemas sanitarios y la cuasi desaparición del turismo internacional. A fines de 2019 se calculaba que 140 millones de turistas chinos recorrerían el mundo en 2020; la interrupción de ese y otros flujos de viajeros ya está teniendo graves efectos en varios países europeos.
El cierre temporal de plantas y puertos en China, la consiguiente paralización del transporte marítimo y la abrupta disminución del transporte aéreo ya provocó la quiebra de una aérea low cost (la británica Flybe)
La Unctad, una agencia de Naciones Unidas sobre cuestiones de comercio y desarrollo, calculó una caída inmediata de USD 50.000 millones en las exportaciones de diversos países y sectores. La Unión Europea, EEUU y Japón ocupan el podio y la maquinaria aparece como el sector más afectado.
Y si caen las exportaciones, y también el consumo interno de los países, por la supresión de eventos públicos, se potencia la disminución del PBI, y se debilitan los precios de las materias primas.
En este contexto, la calificadora de riesgo Moody’s recortó en 0,3% las proyecciones de crecimiento de las economías del G-20, señaló que los efectos seguirán manifestándose “bien entrado el segundo trimestre” del año” y admitió que “varios desarrollos plausibles podrían llevar a un escenario mucho más negativo”, en el cual las materias primas seguirán sufriendo presión a la baja y el precio del petróleo será sumamente volátil.
Varios desarrollos plausibles podrían llevar a un escenario mucho más negativo”, en el cual las materias primas seguirán sufriendo presión a la baja y el precio del petróleo será sumamente volátil (Moody’s)
La primera reacción macroeconómica importante fue la de la Reserva Federal de EEUU, encabezada por su chairman, Jerome Powell, que recortó 50 puntos básicos la tasa de referencia dos semanas antes de la reunión en que debía decidir al respecto. Además, el Congreso norteamericano aprobó un paquete inmediato de USD 8.300 millones en medidas sanitarias, al que podría seguir otro, más amplio, de ayuda a sectores económicos especialmente afectados.
En tanto, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, dijo que la entidad tiene en estudio “medidas apropiadas y específicas” contra el impacto económico del virus. Un problema es que, con tasas de 0% hace ya cuatro años, el BCE no puede hacer mucho por ese lado, por lo que se especula con un reinicio de compras de deuda y facilidades para sostener inicialmente al sector pyme, al turismo y a la “industria del ocio” en general.
“Hay un problema objetivo, el virus y su impacto a través de China”, explica Marcelo Elizondo, experto en comercio global y fundador de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI). China como vendedor, dice, por su impacto en las cadenas de valor industrial, y también como comprador, por la baja del precio de las materias primas, y por ser un emisor de turismo.
Pero también hay, agrega Elizondo, una excesiva reacción. “Los mercados siempre sobrereaccionan, pero su problema, más que el coronavirus, es la incertidumbre”. La baja de tasas de EEUU, prosigue, “es más que nada para calmar la ansiedad, dar una señal de atención y presencia; pero la verdad es que una baja de tasas no soluciona problemas como fábricas o puertos cerrados”.
Según Elizondo, una cuestión clave es cuál serán la extensión e intensidad del brote y la velocidad de los avances sanitarios: cuándo se podrá, por caso, disponer de una vacuna o si el fin del invierno boreal significará una reducción significativa del impacto en el Hemisferio Norte, ya que el Hemisferio Sur (en el que sobresalen los PBIs de Brasil, Australia, Sudáfrica, India y Argentina) tiene mucho menos peso global. “Esto es como una sequía, no hay mucho que se pueda hacer, aunque el positivismo nos lleve a pensar que la economía y la política lo pueden corregir todo”, señala -filosófico- Elizondo, aunque si el calor y una eventual vacuna disipan los temores en el Norte, parte de las pérdidas del primer semestre podrían compensarse en el segundo.
Esto es como una sequía, no hay mucho que se pueda hacer, aunque el positivismo nos lleve a pensar que la economía y la política lo pueden corregir todo (Marcelo Elizondo)
Un efecto duradero, concluye el experto, será un mayor énfasis de Estados, organismos internacionales, empresas y consumidores, en las pautas de producción y consumo asociadas al comercio mundial, teniendo en cuenta que el virus pasó a circular entre humanos a partir de la ingesta de murciélago en un “fresh market” de Wuhan. En cualquier caso, dice, es difícil anticipar el impacto global. La estimación de la Unctad, por caso, le parece casi insignificante; una reducción de apenas 0,26% del comercio mundial de bienes.
Shock real
“Este es un shock real en un año que se esperaba mejor por la reducción de la tensión entre EEUU y China y por la conclusión del Brexit. El año había arrancado bien, con proyecciones de aumento del crecimiento global, de 3% en 2019 a 3,3% en 2020”, dice Elisabet Bacigalupo, macroeconomista de Abeceb. La irrupción del coronavirus, prosigue, recortará entre 0,3 y 0,5 puntos porcentuales esa proyección, lo que sería un impacto moderado “asumiendo que se contiene la epidemia”. Descartado que en el segundo trimestre China tenga un rebote en V, ahora la duda es si esto se prolonga a fin de año. Si así sucede, dice Bacigalupo, tampoco habría recuperación en 2021. Ese incierto panorama explica la conducta de los mercados, con el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años en 1,07% (de 1,90% que estaban hace un mes), fuerte aumento del oro, caídas bursátiles y de activos emergentes. “Todo por miedo y falta de confianza”.
En cuanto a impactos por sector o país, Eva Bamio, especialista en comercio de Abeceb, apunta a Chile, cuyas exportaciones siguen siendo en 50% de cobre, aproximadamente la misma proporción que representa China como comprador mundial del metal. Colombia tiene un escenario parecido. Y Brasil es un caso especial, porque 28% de sus ventas externas son a China, pero tiene una canasta diversificada y vende “soft commodities”, cuyo precio cae menos que el de los metales. A su vez, Brasil compraba en China 80% de las placas de aparatos electrónicos, amén de productos farmaceúticos y equipo de transporte, cuya provisión ya flaquea. Pero Brasil, acota Bamio, tiene política industrial y herramientas como una rebaja de aranceles a la compra de bienes intermedios y capacidad instalada industrial para defenderse.
En el caso argentino, el problema son los faltantes y que, aún si mejora la logística general, los proveedores no la priorizarán por no tratarse precisamente de clientes preferenciales o de bolsillo hondo.
Y por casa, ¿cómo andamos?
Con el Ministerio de Economía enfrascado en el proceso de renegociación de la deuda, el Gobierno aún no ha reaccionado a las consecuencias macroeconómicas del coronavirus: precios más bajos de las exportaciones, menor demanda de China, y ralentización del crecimiento brasileño, agravada por la rápida devaluación del real. Una eventual flojedad del precio de petróleo (que en la noche del domingo de Buenos Aires se desplomaba en los mercados de futuros) y los commodities podría ayudar a reducir más rápido la inflación y el “vuelo a la calidad” de los activos financieros, al reducir puede hacer relativamente más atractiva la oferta del gobierno a los bonistas. Pero el balance es claramente negativo, porque complica aún más la eventual salida de la recesión, que puede incluso llegar a profundizar.
De momento, la consecuencia más probable sobre la negociación de la deuda sea la postergación de la presentación de la oferta y el posterior “road show” que en la agenda original estaban marcadas para la segunda y tercera semana de marzo.
Los efectos productivos son más específicos y se empiezan a sentir. El director del Centro de Estudios de Comercio Exterior Siglo XXI, Miguel Ponce, lista los sectores más afectados: Electrónica fueguina, automotrices, ciertas autopartes, maquinaria agrícola y manufacturas de origen industrial en general. Y da un alerta: “podrían faltar insumos médicos y repuestos para aviones”, y un mensaje positivo: “el punto de inflexión se habría alcanzado con el reinicio de operaciones del puerto chino de Guangzhou”.
De todos modos, las navieras deben reprogramar su actividad, que incluye abastecimientos no solo de China, sino también de Vietnam y Filipinas y otros países del sudeste de Asia, y es dudoso que prioricen la Argentina. Del lado argentino, “las empresas suspendieron viajes técnicos y de negociación. Algunos piensan alternativas de sustitución, pero no es algo que se solucione rápido”, señala Ponce.
Las empresas suspendieron viajes técnicos y de negociación. Algunos piensan alternativas de sustitución, pero no es algo que se solucione rápido (Miguel Ponce)
Miguel Ponce resume en cinco puntos el “efecto económico del coronavirus”: 1) caída de las cantidades exportadas (y difícil búsqueda de destinos alternativos donde colocar excedentes); 2) caída de los precios; 3) falta de insumos; 4) incertidumbre cambiaria y financiera, exacerbada por la devaluación del real brasileño; y 5) el hecho de que el principal afectado en Sudamérica, Brasil, es el principal destino de las exportaciones industriales argentinas. Un ejemplo extremo de dependencia china es que Brasil es un importante abastecedor de Ikea, la empresa sueca líder en fabricación de muebles a nivel mundial. Pero Ikea, que por sí sola explica 1% de la demanda anual de madera, cerró sus 30 locales y plantas en China y mandó a la casa a sus 14.000 empleados.
Desafortunadamente, cierra Ponce, el Gobierno argentino quedó atrapado en la reacción inicial del ministro de Salud, Ginés González García, de que el coronavirus era para nosotros mucho menos importante que el dengue, y hasta ahora no se le conocen reacciones e iniciativas ante el nuevo escenario. De hecho, la consulta de Infobae al ministerio de Desarrollo Productivo no tuvo respuesta. Cuanto menos, dice Ponce, sería bueno que el gobierno articule un “protocolo productivo” por los efectos del coronavirus.
Impacto en la industria fueguina
En Tierra del Fuego, mientras tanto, Brightstar, la empresa que en Río Grande arma los celulares Samsung y LG, suspendió actividad durante dos semanas, empezando la de carnaval. “Acordamos que pagaran 50% los tres días hábiles de la primera semana (carnaval) y 70% los cinco de la segunda, contó Marcos Linares, secretario adjunto de la seccional local de la UOM. Resta ver qué sucede a partir de este lunes. Brigthstar fue la primera en quedar desabastecida, porque sus kits llegan vía aérea.
En los próximos meses, por lo menos hasta mayo, el mismo problema tendrán las plantas fueguinas de microondas, televisores, acondicionadores de aire y autoradios, admitiió Federico Hellemeyer, presidente de la Asociación de Fabricantes Argentinos Terminales de Electrónica (Afarte), ya que las partes de esos productos llegan en barco. Para dar una idea de la dependencia de China, Hellemeyer señala que en el mundo hay 4 plantas que fabrican paneles de LED y LCD. Todas en China. Ahí entran en cuestión un grupo más amplio de empresas, entre ellas Newsan y Mirgor.
Para dar una idea de la dependencia de China, Federico Hellemeyer señala que en el mundo hay 4 plantas que fabrican paneles de LED y LCD. Todas en China. Ahí entran en cuestión un grupo más amplio de empresas, entre ellas Newsan y Mirgor
Las posibilidades de sustitución, dice Hellemeyer, son muy reducidas: tornillos, cables, no mucho más. Por eso, anticipa, “en líneas generales todas las empresas van a sufrir interrupciones”. No se trata solo de una cuestión fueguina. “Esto va a afectar a toda la industria argentina; China también provee plásticos, juguetes, productos químicos. La posibilidad de sustitución, completa, “no es económicamente viable, porque son cosas de gran especificidad, por normas de seguridad eléctrica o electrónica”. Al respecto, también de momento están paradas las auditorías que regularmente hacen los proveedores chinos.
Elizabeth Bacigalupo, de Abeceb, cree que más que contrarrestar macroeconómicamente la situación, los gobiernos deben intentar paliar sus efectos más negativos, con ayuda a los sectores más afectados. “Matías Kulfas (el ministro de Desarrollo Productivo) tal vez esté evaluando alternativas -especula- pero no anunciaron nada ni se sabe que estén trabajando en alguna línea”.
Todos los consultados admitieron, sin embargo, la dificultad de pergeñar respuestas eficaces, porque no se sabe cuánto durará ni cuán intensa será la crisis. El actual momento es un concentrado de la era de la incertidumbre en la que puede extraviarse no solo el “Homo Economicus”, sino también los profetas más avezados.