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El flamante presidente de la Argentina, Alberto Fernández, brindó su primer discurso como mandatario frente a la Asamblea Legislativa minutos después de jurar como jefe de Estado. Sus palabras estuvieron destinadas a cerrar la grieta aunque no dejó de repasar los datos más preocupantes de la crisis económica que atraviesa el país y anticipó las primeras medidas que tomará como titular del Poder Ejecutivo.
“Desde la esperanza que millones de compatriotas han expresado en las urnas el pasado 27 de octubre, vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social”, resaltó en uno de los pasajes más destacados de su mensaje. Sobre ese pacto, afirmó que será “fraterno y solidario; fraterno, porque ha llegado la hora de abrazar al diferente, y solidario, porque en esa emergencia social es tiempo de comenzar por los últimos para después llegar a todos”.
“Debemos comprender que no existe la posibilidad de pedirle sacrificios a quien tiene hambre, no se le puede pedir sacrificios a quien no puede llegar a fin de mes. Debemos salir de esta situación con solidaridad, para que cuando se encienda la economía todos los sectores, sin excepción, puedan verse beneficiados. Pero hasta eliminar el hambre le pediremos mayor esfuerzo solidario a quien tenga más capacidad de darlo”, adelantó Alberto Fernández.
En esa clave, el Presidente adelantó como medidas que se implementarán créditos no bancarios orientadas a las familias endeudadas, informó que habrá subsidios para pymes y un plan de reactivación de obra pública. Sin embargo, planteó que elaborarán un nuevo proyecto de Presupuesto porque el realizado por la gestión de Cambiemos no representa los números de la economía.
“Un presupuesto adecuado solo puede ser proyectado una vez que la instancia de negociación de nuestras deudas haya sido completada y, al mismo tiempo, hayamos podido poner en práctica un conjunto de medidas económicas, productivas y sociales para compensar el efecto de la crisis en la economía real”, expresó.
Acerca de la negociación con el FMI y los acreedores externos, deslizó cuál será el principio de la estrategia que impulsará: “Para poner a Argentina de pie el proyecto debe ser propio e implementado por nosotros, no dictado por nadie de afuera con remanidas recetas que siempre han fracasado”. “Para poder pagar hay que crecer primero”, resaltó el presidente.
Además, adelantó que dispuso un decreto con el que intervendrá la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y que los “fondos reservados” que utiliza ese organismo irán al plan federal contra el hambre. Con un discurso encendido, Fernández dijo que enviará al Congreso un proyecto de reforma integral de la Justicia, para que se convierta en un nuevo “Nunca Más“.
“Nunca Más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, “operadores judiciales”, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos. Nunca más a una justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno”, consideró Alberto Fernández.
Con respecto al sector educativo, el jefe de Estado anunció que convocará a establecer “las bases de un gran pacto educativo nacional con todos los miembros de la sociedad”. “No descansaremos hasta que un niño en una zona rural tenga el mismo acceso a la educación que un niño en un centro urbano”, consideró.
En relación a la agenda que convocará, Alberto Fernández anticipó que “los derechos de las mujeres” estarán en primer plano y que “buscaremos reducir, a través de diversos instrumentos, las desigualdades de género, económicas, políticas y culturales”, sobre la que se espera que esté a cargo el flamante Ministerio de la Mujer, Diversidad y Géneros. “El Estado debe reducir drásticamente la violencia contra las mujeres hasta su total erradicación”, consideró.
Por último, el presidente agradeció visiblemente conmovido por la “visión estratégica de mi querida amiga Cristina Fernández de Kirchner”, y a “Néstor Kichner”, que le “permitió participar” de su proyecto político, al tiempo que también recordó a sus padres y al jurista Esteban Righi.
“Cuando mi mandato concluya, la democracia argentina estará cumpliendo 40 años de vigencia ininterrumpida. Ese día quisiera poder demostrar que Raúl Alfonsín tenía razón. Espero que entre todos podamos demostrar que con la democracia se cura, se educa y se come. Pongámonos de pie y empecemos nuevamente nuestra marcha”, concluyó.
El discurso completo:
El 10 de diciembre de cada año, no es un día cualquiera en nuestra memoria colectiva.
Hoy celebramos el momento en que la Argentina toda sepultó la mas cruel de las dictaduras que hemos debido soportar. Ese día, hace treinta y seis años, Raúl Alfonsín asumía la Presidencia, nos abría una puerta hacia el respeto a la pluralidad de ideas y nos devolvía la institucionalidad que habíamos perdido.
Desde entonces, nuestro país atravesó distintos momentos. Algunos más plácidos y felices y otros más tristes y tumultuosos. Pero en cualquier caso siempre perseveramos en la institucionalidad y toda crisis que se nos presentó supimos sobrellevarla preservando el funcionamiento de la república.
Los argentinos hemos aprendido así, que las debilidades y las insuficiencias de la democracia solo se resuelven con más democracia. Por eso hoy quiero iniciar estas palabras reivindicando mi compromiso democrático que garantice entre todos los argentinos, más allá de sus ideologías, la convivencia en el respeto a los disensos.
Deseo dirigirme muy personalmente a cada una y a cada uno de esos argentinos que habitan esta Patria.
Lo hago ante los representantes de esta Asamblea Legislativa, las autoridades de toda la comunidad internacional que hoy nos visitan y las diversas expresiones de nuestra vida en sociedad.
No quiero emplear frases gastadas ni artificiales.
Quisiera que mis palabras expresen, del modo más fiel posible, el eco de millones de voces que aun siguen resonando en toda nuestra Argentina.
Desde la humildad de esa escucha, y desde la esperanza que millones de compatriotas han expresado en las urnas el pasado 27 de octubre, vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social.
Un contrato social que sea Fraterno y Solidario.
Fraterno, porque ha llegado la hora de abrazar al diferente.
Solidario, porque en esta emergencia social, es tiempo de comenzar por los últimos, para después poder llegar a todos.
Este es el espíritu del tiempo que hoy inauguramos.
Con sobriedad en la palabra y expresividad en los hechos.
Los vengo a convocar, sin distinciones, a poner a la Argentina de pie. Para que comience a caminar. Paso tras paso. Con dignidad. Rumbo al desarrollo con justicia social.
Hoy más que nunca, es necesario poner a la Argentina de pie como condición necesaria para que vuelva a caminar. Ello supone, antes que nada, recuperar un conjunto de equilibrios sociales, económicos y productivos que hoy no tenemos.
Es hora de abandonar el aturdimiento.
Ser conscientes de que las profundas heridas que hoy padecemos necesitan, para comenzar a curarse, de tiempo, sosiego, y, sobre todo, de humanidad.
Quiero convocar a esta Argentina Unida a desplegar una nueva mirada de humanidad, que reconstruya los vínculos esenciales entre cada uno de nosotros.
Por eso mismo, tengo la necesidad de compartir con Ustedes la convicción que siento en este momento, acerca de los grandes muros que tenemos que superar para poner a la Argentina de pie.
Tenemos que superar el muro del rencor y del odio entre argentinos.
Tenemos que superar el muro del hambre que deja a millones de hombres y mujeres afuera de la mesa que nos es común.
Y, finalmente, tenemos que superar el muro del despilfarro de nuestras energías productivas.
Estos muros, y no nuestras ideas distintas, son los que nos dividen en este tiempo histórico.
Por eso quisiera que estas palabras no fueran un monólogo, sino la invitación a una reflexión profunda y sincera acerca de este momento trascendental.
Superar los muros emocionales, significa que todas y todos seamos capaces de convivir en la diferencia y que reconozcamos que nadie sobra en nuestra Nación, ni en su opinión, ni en sus ideas, ni en sus manifestaciones.
Tenemos que suturar demasiadas heridas abiertas en nuestra Patria. Apostar a la fractura y a la grieta significa apostar a que esas heridas sigan sangrando. Actuar de ese modo, sería los mismo que empujarnos al abismo.
Lo expreso desde el alma, tanto a quienes me votaron como a quienes no lo hicieron. No cuenten conmigo para seguir transitando el camino del desencuentro.
Quiero ser el Presidente capaz de descubrir la mejor faceta de quien piensa distinto a mí. Y quiero ser el primero en convivir con él sin horadar en sus falencias.
Quiero ser capaz de corregir mis errores, en lugar de situarme en el pedestal de un iluminado.
Yo vengo a invitarlos a construir esa sociedad democrática.
El sueño de una Argentina unida no necesita unanimidad. Ni mucho menos uniformidad. Para lograr el sueño de una convivencia positiva entre los argentinos, partimos de que toda verdad es relativa. “Tal vez de la suma o la confrontación de esas verdades podamos alcanzar una verdad superadora”, supo decir con acierto Néstor Kirchner.
Al decir esto no ignoro que los conflictos que enfrentamos expresan intereses y pujas distributivas.
Pero también soy consciente de que, si actuamos de buena fe, podemos ser capaces de identificar prioridades urgentísimas y compartidas para acordar después mecanismos que superen aquellas contradicciones.
Más allá de las diferencias, estoy seguro de que todas y todos coincidimos en que comenzar a superar el muro de las fracturas de la Argentina implica crear una ética de las prioridades y las emergencias.
Comenzando por los últimos, para llegar a todos.
Más de 15 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria en un país que es uno de los mayores productores de alimentos del mundo.
Necesitamos que toda la Argentina Unida le ponga un freno a esta catástrofe social. Uno de cada dos niñas y niños es pobre en nuestro país.
Sin pan no hay presente ni futuro. Sin pan la vida solo se padece. Sin pan no hay democracia ni libertad.
Por eso la primera reunión oficial de nuestro Gobierno consistirá en un encuentro de trabajo sobre esta prioridad, el Plan Integral Argentina Contra el Hambre. Allí todo nuestro gabinete y las personalidades de la sociedad civil que generosamente se han sumado a nuestro llamado, comenzaremos la acción que ponga fin a este presente penoso.
Pero no sería sincero ante Ustedes si no compartiera otra convicción: los marginados y excluidos de nuestra Patria, los afectados por la cultura del descarte, no sólo necesitan que le demos con premura un pedazo de pan al pie de nuestra mesa. Necesitan ser parte y ser comensales en la misma mesa. De la mesa grande de una Nación que tiene que ser nuestra “casa común”.
Esto nos exige reorientar prioridades en nuestra economía y en nuestra estructura productiva.
La solidaridad en la emergencia tiene muchas caras.
Las economías familiares se encuentran asfixiadas por los altos niveles de endeudamiento, a tasas usurarias y en algunos casos con esquemas de devoluciones diarias.
Hoy nuestros compatriotas tomaron créditos para comprar alimentos y remedios o para pagar las facturas de los servicios públicos. Las abuelas y abuelos se endeudaron para comprar medicamentos y empezaron a comer menos y peor.
La situación de las PyMEs tiene también proporciones dramáticas, requiriendo un alivio fiscal y estímulos apropiados.
La capacidad ociosa de nuestras fábricas, industrias y comercios también constituye un despilfarro de energías productivas.
Queremos un Estado presente, constructor de justicia social, que le dé aire a las economías familiares: por eso vamos a implementar un sistema masivo de créditos no bancarios que brinde préstamos a tasas bajas.
La economía popular y sus movimientos organizados, el cooperativismo y la agricultura familiar serán también actores centrales de estas políticas públicas.
La cultura del trabajo se garantiza creando trabajos formales con todos los beneficios de la seguridad social. Por eso pondremos en marcha acciones que faciliten que todos los titulares del salario social complementario puedan insertarse en el mundo laboral y cobrar por su trabajo.
Hoy el desempleo afecta a casi un 30 por ciento de los jóvenes y, aún en tasas más altas, a las mujeres jóvenes. Hay más de 1.200.000 jóvenes que no estudian ni trabajan. Debemos garantizar el derecho al primer empleo, a través de becas solventadas por el Estado para que jóvenes se capaciten y trabajen en empresas, PyMEs, organizaciones sociales y de la economía popular y la agricultura familiar.
La idea de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social supone unir voluntades y articular al Estado con las fuerzas políticas, los sectores productivos, las confederaciones de trabajadores, los movimientos sociales, que incluyen al feminismo, a la juventud, al ambientalismo. Vamos a sumar en ello, también al entramado científico-tecnológico y a los sectores académicos.
Estoy seguro de que todos vamos a coincidir en que hemos llegado a esta situación porque se han aplicado muy malas políticas económicas. Esa serie de decisiones económicas fueron determinantes para que el Pueblo Argentino, en su mayoría, las descalificara en las últimas elecciones.
Desde la fidelidad a ese mandato popular, vamos a impulsar un conjunto de medidas económicas y sociales de distinta naturaleza, que comiencen a revertir el rumbo estructural de atraso social y productivo.
En los próximos días estaremos convocando a los trabajadores, a los empresarios y las diversas expresiones sociales, para la puesta en marcha de un conjunto de Acuerdos Básicos de Solidaridad en la Emergencia, que constituyan el cimiento sólido a partir del cual se vuelvan a encender los motores de nuestra economía.
Estaremos planteando en esta convocatoria una serie de medidas para restablecer los indispensables equilibrios macro-económicos, sociales y productivos para que la Argentina se encienda y pueda volver a caminar.
Sabemos que estaremos transitando un sendero estrecho, complejo, desafiante, donde no hay lugar ni para los dogmas mágicos ni para las pujas sectarias.
Faltaría a la verdad y a la responsabilidad, si no compartiera con Ustedes el exacto escenario en el que hoy asumimos. Tiene cifras y datos contundentes, emanados de la administración saliente. Y es la información indispensable para comprender los desafíos que tendremos que asumir como sociedad.
Si no hiciera esto, no podría explicar por qué va a llevar algún tiempo lograr aquello que todos queremos.
La inflación que tenemos actualmente es la más alta de los último 28 años. Desde 1991 la Argentina no tenía una inflación superior al 50 %.
La tasa de desocupación es la más alta desde 2006.
El valor del dólar pasó de $ 9 a $ 63 en solo cuatro años.
La Argentina no para de achicar su economía. El PBI de 2019 es el más bajo de la última década.
La pobreza actual está en los valores más altos desde 2008. Retrocedimos más de diez años en la lucha por reducir la pobreza.
El PBI per cápita es el más bajo desde el año 2009.
La deuda externa en relación al PBI está en su peor momento desde el año 2004.
La indigencia actual está en los valores más altos desde 2008.
El nivel de producción industrial hoy es equivalente al del año 2006: retrocedimos 13 años.
El empleo industrial registrado tiene el nivel de 2009.
La cantidad de empresas es equivalente al nivel registrado en 2007: retrocedimos 12 años. Se cerraron 20 mil empresas en 4 años. De ellas, 4.229 eran empresas industriales.
El PBI industrial cayó un 12,9 %, comparando el primer semestre de 2019 contra el mismo período de 2015.
23 de las 24 ramas de la industria bajaron su nivel de actividad en 2018 respecto de 2015.
En estos 4 años se perdieron en la industria más de 141 mil empleos registrados del sector privado.
En términos interanuales, el empleo industrial registrado lleva 42 meses consecutivos de destrucción.
Detrás de estos terroríficos números, hay seres humanos con expectativas diezmadas.
Tenemos que decirlo con todas las letras: la economía y el tejido social hoy están en estado de extrema fragilidad, como producto de esta aventura que propició la fuga de capitales, destruyó la industria y abrumó a las familias argentinas.
En lugar de generar dinamismo, hemos pasado del estancamiento a una caída libre.
En este contexto, he decidido que no le daremos tratamiento parlamentario al Presupuesto Nacional proyectado por el gobierno saliente para el ejercicio 2020. Sus números no reflejan ni la realidad macroeconómica, ni las realidades sociales, ni los compromisos de deuda que realmente han sido asumidos.
Un presupuesto adecuado solo puede ser proyectado una vez que la instancia de negociación de nuestras deudas haya sido completada y, al mismo tiempo, hayamos podido poner en práctica un conjunto de medidas económicas, productivas y sociales para compensar el efecto de la crisis en la economía real.
La Nación está endeudada, con un manto de inestabilidad que desecha cualquier posibilidad de desarrollo y que deja al país rehén de los mercados financieros internacionales.
Tenemos que sortear ese escenario. Para poner a Argentina de pie el proyecto debe ser propio e implementado por nosotros, no dictado por nadie de afuera con remanidas recetas que siempre han fracasado.
La Argentina que buscamos construir es una Argentina que crezca e incluya. Una Argentina en donde haya incentivos para producir y no para especular.