Se trata de la quinta medida de fuerza de una CGT que ya comenzó trabajar por un PJ unido, preferentemente detrás de la candidatura de Alberto Fernández, a quien le ofrecerá en bandeja las fotos de calles que anticipan desiertas, acaso como símbolo del éxito de la protesta.
El llamado a la huelga se gestó antes de conocerse la fórmula presidencial y su vocación es canalizar el descontento social frente a la inflación, la suba de tarifas, los despidos y la caída de la actividad industrial.
El sorpresivo anuncio del binomio Fernández-Fernández —por el orden y la premura— terminó transformando el cese de actividades en una ofrenda a los candidatos del PJ, quienes podrán capitalizar el malhumor generalizado.
El respaldo no es solapado: Héctor Daer, uno de los cosecretarios de la CGT y miembro de la mesa de acción política del PJ, se acercó el último sábado a Ferro para abrazarse con Alberto Fernández, a quien frecuenta desde mucho antes de coincidir en sus recientes travesías por el massismo y el randazzismo.
Haciendo gala de su pasado de diputado del Frente Renovador, Daer es uno de los gestores del regreso de Sergio Massa al kirchnerismo. Sostiene que ese movimiento de ajedrez pondrá en jaque a Alternativa Federal, empoderando al PJ de tal manera que destronaría a Mauricio Macri en primera vuelta.
“La figura de Alberto amplía la base de sustentación social y política del espacio conformado, lo que va a permitir generar acuerdos necesarios para salir adelante”, reflexionó la semana pasada este representante de los “gordos”, el sector más dialoguista de la CGT.
El secretario del gremio de Sanidad también hizo circular su teoría en Ferro, donde además de su hija —abrazada al proyecto K— estaba Víctor Santa María, líder de los encargados de edificios, y Claudio Palmeyro, legislador porteño e integrante del gremio de peones de taxis.
Palmeyro responde al ubicuo jefe del Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), el taxista Omar Viviani, ahora presuroso en poner un pie en el albertismo después de haber manifestado hace apenas un mes su respaldo a la candidatura de Juan Manuel Urtubey.
Esa certeza de hacia dónde se viene trasladando el respaldo popular también hizo repensar la postura de Carlos Acuña, el otro cosecretario de la CGT. Como Daer, Acuña fue diputado massista aunque, a diferencia de aquél, mantuvo su lealtad con el líder del Frente Renovador por mucho más tiempo, votándolo incluso en las legislativas de 2017. Recién esta semana se convenció en privado de la necesidad de fortalecer la fórmula Fernández-Fernández como instrumento electoral.
La manera que este jefe del sindicato de empleados de estaciones de servicios encontró para que su cambio de postura no hiera susceptibilidades fue mediante el llamado a la unidad del peronismo.
Difícilmente Acuña le suelte la mano a Massa en público, no sólo porque le debe su paso como legislador sino también el de su esposa Blanca Cantero, convertida en diputada provincial en los últimos comicios.
El sindicalista fue por años alfil de Luis Barrionuevo. Sin embargo, el líder gastronómico se muestra enteramente jugado por Roberto Lavagna, cuya candidatura parece depender de una carambola. Dicho de otra manera, el ex ministro aguarda que los radicales desencantados de Cambiemos se decidan a encolumnarse detrás suyo y que, inmediatamente después, lo mismo haga el peronismo no kirchnerista que alberga a Juan Schiaretti y a Urtubey.
Se trata de una utopía si se tiene en cuenta que los radicales fueron orgánicos a la decisión de la Convención Nacional de mantenerse dentro de la coalición oficialista, y que los referentes de Alternativa Federal acordaron resolver sus diferencias mediante una interna.
Esta coyuntura enfrió el apoyo que Gerardo Martínez(UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN), Armando Cavalieri (Comercio), y José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) le habían manifestado a Lavagna. Ahora prefieren mostrarse como adalides de la unificación del justicialismo.
Es probable que ese mismo sendero tome Guillermo Moser, de Luz y Fuerza, quien viene navegando en un mar de dudas. Esa indecisión es toda una paradoja siendo del gremio de aquel decidido Agustín Tosco, referente histórico del Cordobazo que hace exactamente 50 años —por eso la elección del día del paro de hoy— puso en jaque la dictadura de Juan Carlos Onganía.
A esta altura, hasta viejos detractores de Cristina, como Omar Maturano (La Fraternidad) Y Roberto Fernández (UTA), comenzaron a surfear hacia donde los lleva la corriente, como suele suceder con las organizaciones que dependen del subsidio estatal.
Ambos pertenecen a la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) liderada por Juan Carlos Schmid, el ex triunviro de la CGT que después de años de estar distanciado de la ex presidente no descartó al ex jefe de Gabinete como prenda de unidad del PJ.
La excepción a la regla es el jefe de los ruralistas, Ramón Ayala (UATRE), quien siguiendo la dinámica de su antecesor, el fallecido Gerónimo “Momo” Venegas, pugna por la reelección de Macri. En cambio, Antonio Caló (UOM) está consustanciado con la fórmula kirchnerista, aunque no se muestra tan radicalizado como Hugo Moyano.
Después de hacerle el juego a Macri en la última elección presidencial, el camionero decidió valerse del peronismo como escudo protector frente a la embestida de la justicia. El sindicalista es investigado por irregularidades en su gremio y en Independiente, el club que preside.
Moyano se ofrece como el interlocutor válido de Alberto Fernández y aspira, en devolución, a que este lo apadrine para recuperar la conducción de la CGT y que los suyos tengan asegurado algún lugar en la lista de candidatos. Esto incluye a su hijo Facundo, cuyo mandato como diputado vence este año.
El camionero es la cara principal del Frente Sindical para un Modelo Nacional, que agrupa a Ricardo Pignanelli (SMATA) y Sergio Palazzo (Asociación Bancaria), entre tantos otros. De esta sociedad, que se declara desenfadadamente kirchnerista y que se construyó por fuera de la central obrera, participa Roberto Baradel (Suteba) y Hugo Yasky, el líder de la CTA.
Este frente, en coordinación con los movimientos sociales, hará ollas populares como rasgo distintivo, lo que le garantizará mayor visibilidad. La foto encierra un mensaje dirigido al gobierno, y sus políticas de ajuste, y también a la CGT, a la que Moyano busca recuperar mostrando quién es el dueño de la calle.
Por el contrario, Daer y Acuña , los cosecretarios cegetistas, optaron por un cese de actividades sin movilización, convencidos de que cualquier incidente —por las desavenencias internas o provocada por infiltrados— podría correr el eje informativo de lo que, anticipan, será una contundente expresión de protesta.
La antesala del paro no es auspiciosa para los gremios. Las paritarias hasta ahora firmada por la mayoría de ellos rondan el 28 por ciento, muy lejos de la inflación prevista para este año, amén de las prometidas cláusulas de revisión.
Si bien los puentes con el gobierno no están rotos, los dirigentes sindicales no tienen ninguna expectativa de cambio en lo que queda de la gestión de Macri, en la que acusaron en retroceso permanente. Y no se refieren únicamente a la política distributiva, y la promesa incumplida de eliminar Ganancias, sino también al mensaje que conlleva la transformación de los ministerios de Trabajo y Salud en secretarías.
Ni siquiera pueden festejar algunos triunfos, como la recuperación de dinero destinado a las obras sociales ya que la inflación lo terminó licuando. De todas las quejas, la falta de vocación oficial por la preservación del empleo fue la gota que colmó el vaso.
En el edificio de Azopardo e Independencia suelen poner sobre la mesa el ejemplo la contracción del sector del calzado deportivo, producto de la situación económica y la apertura de las importaciones.
Según la CGT, el año pasado hubo una compañía del rubro dispuesta a repensar el cierre de su planta para mantener la actividad aunque con menos personal. Sin embargo, y siempre de acuerdo a la versión sindical, el ministro de Producción, Dante Sica, le expresó a los empresarios que si tenían que tomar la drástica medida de bajar las persianas lo hicieran, pero en silencio, sin hacer ruido.
“Fuimos excesivamente prudentes con Macri. No nos puede acusar de no haber colaborado para mantener la paz social. Pero ahora vamos a regalarles fotos de las estaciones de Retiro, Once y Constitución vacías a nuestros candidatos, que son los que pueden terminar con el desastre de este gobierno”, se sinceró un alto dirigente de la CGT.
La falta de colectivos, trenes y subtes aparece como la principal garantía del éxito de la medida, algo que no logró el moyanismo con la huelga que su sector realizó el pasado 30, el primer mojón de su plan de lucha.
La diferencia es que entre aquella medida y la de hoy se anunció la candidatura de Alberto Fernández, el póxipol que unió a la mayoría del arco sindical detrás del mismo objetivo: restablecer a un peronista en el sillón principal de la Casa Rosada.