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Lifschitz y Schiaretti, una reunión más allá de lo protocolar y con eje en lo político

El convenio rubricado ayer por los gobernadores Miguel Lifschitz y Juan Schiaretti (PJ) para explorar la viabilidad de un acueducto que lleve agua desde el río Paraná hasta la ciudad de San Francisco fue considerado por funcionarios santafesinos como un hito de reivindicación del federalismo. Una suerte de parada frente a un gobierno central al que la oposición suele criticar de centralista. Por eso estuvo también presente el gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet (PJ). Es decir, las tres autoridades de la Región Centro, desde la que —se dijo— “el año que viene surgirá la recuperación económica del país”. Otra crítica nada velada al principal déficit del gobierno de Cambiemos.

La idea del acueducto aún está en ciernes. El gobernador cordobés habló de tres años. Es decir, probablemente ninguno de los dos (el socialista con seguridad no) podría cortar las cintas de inauguración.

Si bien la obra está en su paso inicial, desde lo simbólico no es poco: se trata de un acuerdo de provincias que deciden “reivindicar” el federalismo, que está siendo afectado por el poder central.

Pero la visita de los gobernadores vecinos del peronismo tiene una significación política que excede la firma del acuerdo. Y es así porque a nadie se le ocurrió despegar la visita de ayer de la foto del lunes en la que Lifschitz, Antonio Bonfatti y el vicegobernador radical Carlos Fascendini se sentaron con sus amigos Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer, pero sumando además al peronista ambulatorio Sergio Massa.

Quizás esa foto no sobreviva, pero el registro buscó mostrar a los referentes no ya del socialismo sino del Frente Progresista (por la sorpresiva presencia de Fascendini) haciéndose cargo de la iniciativa.

Ahora bien, tampoco se puede despegar a Schiaretti en la Casa Gris hablando de la “generosidad” del gobierno santafesino (por el acueducto) y de cómo “superar la grieta política” del cronograma electoral nacional ya develado.

En el país las Paso serán en agosto y las generales en octubre. Conocida la fecha, en los pasillos oficiales y en los círculos partidarios santafesinos comenzaron a hacer cuentas. Quien quisiera ser candidato en la provincia y luego postularse a un cargo nacional requerirá que las primarias provinciales no vayan más allá de abril y las generales de junio (el 16, dicen los que saben). Es que para la inscripción de los precandidatos se requieren 65 días antes pero para la convocatoria como mínimo 120 días. Y eso ubica a Lifschitz llamando a elecciones en diciembre de 2018.

En este contexto, que ayer Schiaretti, a poco más de un mes del eventual llamado a elecciones en la provincia, haya dicho en la Casa Gris que “las fuerzas progresistas que coincidimos en la necesidad de una Argentina republicana, federal, que permite el progreso de todas las provincias, tienen que extremar los esfuerzos para ir juntos a las elecciones del año que viene”, evita cualquier esfuerzo interpretativo.

Ayer nada fue tácito. Todo fue expreso: “Indudablemente la fuerza que expresa Lifschitz (el PS) o la que puede expresar Ricardo Alfonsín, son fuerzas que coinciden con la manera de pensar que nosotros tenemos en el peronismo cordobés, donde siempre nos definimos como un peronismo republicano, democrático, respetuoso de la libertad de prensa y de la división de poderes”, abundó el mediterráneo.

Tras la foto del lunes Bonfatti no descartó una posible postulación de Lifschitz. Así como antes con el salteño Juan Manuel Urtubey, con Massa el lunes, ayer con Schiaretti y Bordet, el socialismo sigue rondando a sectores del peronismo.

Toda una plataforma para que Lifschitz pudiera hablar ayer como una figura nacional sin desentonar: “Estamos en un momento complicado del país, donde los que tenemos responsabilidades de gobierno estamos muy atentos a la realidad social y económica, al presupuesto no solo nacional sino los de las provincias, para organizarnos en un año que viene complicado y donde todos prevemos dificultades a la hora de atender las demandas sociales; ante lo que nadie descarta que frente al proceso electoral que viene podamos estar sentados a una mesa común porque creo que el país necesita alternativas con un fuerte consenso ciudadano donde puedan sumarse distintas expresiones políticas”. De paso, vaticinó que quien gane el año que viene se encontrará con un país “más complicado que en el 2015”.

Los dichos quedaron registrados y vistos los gestos; faltan los hechos

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