LA NACION
Los beneficios de la alegría o, más precisamente, de experimentar el sentimiento de la alegría o de estar alegre, a esta altura resultan innegables en la salud del ser humano.
La alegría rejuvenece, reduce el estrés, baja la presión arterial y mejora el rendimiento laboral o productivo.
Desde el punto de vista de la ciencia, estar alegre, feliz u optimista (podríamos denominar a este sentimiento de muchas maneras) es el resultado de un proceso químico de transmisión de neuronas mensajeras “que llevan la felicidad” dentro de nuestro cuerpo, lo que produce una reducción del dolor, promueve un estilo de vida saludable y mejora el sistema inmune, alejando a las enfermedades.
Por todas estas razones, el colombiano Alfonso Becerra impulsó la celebración del Día Internacional de la Alegría en el marco del primer Congreso de Gestión Cultural de Chile en 2011 y desde entonces se celebra todos los 1º de agosto en 14 países del mundo.
El objetivo es muy claro: promover y experimentar ese “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores” como, por ejemplo, “palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo o la alegría”, de acuerdo con la precisa definición del diccionario de la Real Academia Española.
Existen en el mundo otras celebraciones parecidas por razones similares, como el Día Mundial de la Sonrisa, que se celebra todos los años durante el primer viernes del mes de octubre, o el Día Internacional de la Felicidad, oficialmente instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se festeja todos los 28 de junio.
En suma, el día que sea de la forma que más satisfacción promueva, todos los días son un buen día para sentirse feliz, grato, contento o alegre.
Es que, como también sostienen varias ramas de la ciencia, sonreír es salud.