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Secuestraron, abusaron y explotaron sexualmente a una adolescente desde los 11 años en Santa Fe: logró escapar

El aviso de rigor, con carácter de urgente, despachó al personal del Comando Radioeléctrico de Santa Fe a barrio Estanislao López (antes llamado La Gran China), más precisamente a calle Piedrabuena 6400. La voz del 911 reportaba una «menor desorientada» .

 

Lo que el parte policial no podía encapsular era el horror sostenido durante cinco años que acababa de fracturarse, dejando al descubierto una trama de secuestro, abuso y explotación que se cernía sobre una niña que hoy, a sus 16 años, era madre.

 

La fuga y un rescate en la calle

 

La protagonista de esta violenta crónica, identificada como J. (16), se encontraba en un estado de «total vulnerabilidad» y «shoqueada» cuando se acercó a una mujer de 24 años y su hermana que estaban esperando un colectivo. La adolescente llevaba a su bebé de 11 meses, en brazos. La madre, nerviosa y alterada, solo pedía auxilio: «si le podíamos pagar un boleto».

 

La menor, aprovechando que su captor y pareja, R. L. (19), «dejó la puerta abierta» para irse a hacer un mandado, había emprendido la huida. En ese trayecto desgarrado, J. confesó que intentaba llevar a su hijo al hospital porque estaba agitado, secuela de un golpe que R. L. le había propinado en la panza.

 

Ante el evidente peligro, la ocasional testigo decidió actuar. La trasladaron hasta su domicilio para «contenerla», le dieron algo de comer, y procuraron «higienizarla a ella y al bebé». Fue en esa guarda momentánea donde el velo de silencio se rasgó, exponiendo el infierno.

 

La fiscalía investiga lo sucedido.

 

Cinco años de horror

 

J. relató a sus «salvadoras» que R. L. la tenía secuestrada desde hacía cinco años, cuando ella apenas era una niña . El muchacho de 19 años —apenas tres años mayor que ella— la sometía a un régimen de violencia que incluía «todos los tipos de abusos: psicológico, verbal, golpes».

 

La brutalidad no distinguía edades: el bebé era víctima de castigos físicos, llegando R. L. a quemarlo con un cigarrillo y con un espiral. El lactante fue diagnosticado, tras la intervención del personal médico, con dificultad respiratoria.

 

La explotación sexual era sistemática y degradante. R. L. no solo abusaba de ella, sino que bajo amenazas de muerte hacia J. y su bebé, la obligaba a «mantener sexo con otras personas» . La adolescente denunció que, peor aún, la suegra metía hombres a la noche donde la abusaban a ella. Además de ser verdugos, R. L. y su madre se dedicaban a la venta de droga.

 

J. confesó que su incapacidad era extrema, manifestando «no saber leer ni escribir» . Solo pudo describir la dirección de su cautiverio por una lona azul en el frente de la casa, frente a un kiosco por calle Tobas.

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