Federico Pinedo y Oscar Castillo ya se habían trenzado en una acalorada discusión por la recomendación del Ministerio de Seguridad, transmitida por el presidente provisional del Senado, de cerrar el debate antes de las 22.
“Le quieren hacer el juego a la Iglesia”, tiró Castillo. “Es una cuestión de conciencia de cada uno”, intercedió Esteban Bullrich para tratar de poner paños fríos, según reconstruyó este medio de fuentes oficiales.
En las últimas semanas, el entrepiso del despacho del ex ministro de Educación -al que se sube por una escalera de madera-, en la planta baja, había sido el centro neurálgico de reuniones del sector “celeste” que en la madrugada de hoy rechazó el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara alta.
Las reuniones se intensificaron en los últimos días en esa oficina hasta bien entrada la noche. Bullrich, Elías de Pérez e Inés Brizuela y Doria, estuvieron entre los más movedizos. Incluso con senadores de otros bloques: crearon un grupo de WhatsApprotulado “Todos Senado Vida” para comunicar estrategias y novedades.
En los días previos, los “verdes” y “celestes” del bloque oficialista habían acordado una convivencia pacífica. Al menos así se había acordado con Humberto Schiavoni, uno de los más activos de los senadores que apoyaron la media sanción de Diputados. Pero en las últimas horas se alteraron los ánimos.
Gladys González, que cerró su discurso entre lágrimas, había tenido que cambiar su número telefónico por la cantidad de amenazas y bravuconadas recibidas en las últimas semanas, después de anunciar que votaría a favor del proyecto.
“Este debate nos alejó. Sin dudas ha sido mucho más complejo de lo que esperábamos”, aseguró un senador de Cambiemos a Infobae horas antes de la votación.
Según confiaron altas fuentes del bloque, Marcos Peña había intentado a última hora de la noche del martes buscarle una alternativa al resultado que, ayer temprano, ya se vislumbraba adverso a la sanción de la ley. La despenalización de la mujer en el tratamiento del Código Penal que el Gobierno planea mandar en las próximas semanas al Parlamento podría ser una de las salidas.
Mauricio Macri incluso confesó en la intimidad que, más allá de la votación, el resultado sería negativo. Hacia adentro: “Todos estamos poniendo ahora la mejor voluntad porque mañana hay que seguir juntos, se vienen discusiones importantes y meses difíciles“, se sinceraba anoche un senador. Y hacia afuera: desde los “verdes”, porque creen que aunque el Presidente habilitó la discusión después le quitó el cuerpo. “Se debería haber comprometido más”, machacó Miguel Ángel Pichetto. Y desde los “celestes”, porque, por el contrario, no simpatizan con esa decisión de no ponerle un cepo al debate.
La sesión de ayer, el segundo capítulo de la discusión que primero había terminado con la media sanción de Diputados del jueves 14 de junio, deja una profunda grieta en el Gobierno. Entre muchos del bloque de la Cámara baja, irreconciliables. En los pasillos del Senado, concluían por estas horas en que la Casa Rosada le dio vía libre a un debate del que no midió las consecuencias.
Las postales se sucedieron durante estos meses. Pases de factura en los grupos de chats. La amenaza de Elisa Carrió tras la derrota del “no” en Diputados: “La próxima rompo”, advirtió a los gritos de cara al bloque. Daniel Lipovetzky, miembro informante del oficialismo en la Cámara baja, cruzó con dureza a Gabriela Michetti después de la entrevista en la que se manifestó contra el aborto hasta en casos de violación. Lipovetzky entró al PRO de la mano de la vicepresidenta. La Unión Cívica Radical, uno de los partidos de la alianza oficialista, tuvo su propio tsunami interno en las últimas horas por la grieta en torno al proyecto de la IVE.
Consciente de la rebelión interna, Peña buscó una salida en vísperas de la sesión, mientras su esposa, Luciana Mantero, y su suegra se preparaban para mezclarse entre la multitud verde que siguió el debate frente al Congreso.
Pero fue demasiado tarde. “Se ha generado una grieta mucho más grande que la que generó el kirchnerismo”, dijo anoche por televisión Luis Juez, el ex embajador en Ecuador designado por Macri y que recaló luego en el Ministerio del Interior.
Si en Diputados la presión de los “verdes” había dado sus frutos y llevó a torcer la votación en favor del “sí”, en la Cámara alta funcionó a la inversa: la Iglesia y los senadores “celestes” -se mezclaron convicciones religiosas, justificaciones jurídicas y conveniencias electorales- aceitaron en conjunto una agresiva estrategia que inclinó la balanza hacia el “no”.
Al quiebre interno en el seno de la coalición de gobierno se le suma el distanciamiento con la Iglesia. “Hay que empezar de cero”, reconocía en las últimas horas un importante dirigente del PRO de buen vínculo con el Papa Francisco.
La definición de ayer de Silvina García Larraburu, la única senadora del Frente Para la Victoria (FPV) que votó en contra del proyecto, bien podría resumir la queja que la cúpula de la Iglesia le trasladó a la Casa Rosada cuando Macri se mostró abierto al debate. “El ‘duranbarbismo’ (en referencia al consultor Jaime Durán Barba, exponente del liberalismo cultural del PRO) ha generado una fenomenal cortina de humo en un momento que no era el adecuado”, aseguró García Larraburu durante su discurso.
Una semana después de la media sanción de Diputados, el jefe de Gabinete, el blanco preferido de las críticas de la Iglesia, envió un texto al grupo de WhatsApp del “Congreso” integrado por Michetti, Emilio Monzó, Mario Negri, Luis Naidenoff, Schiavoni, Ángel Rozas, Nicolás Massot, Silvia Lospennato, Juan Manuel López, Fernando Sánchez, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.
“‘El Gobierno impulsó este debate por orden de Durán Barba para tapar otros temas’. Esto no es cierto. Ante la iniciativa de legisladores de todos los partidos de tratar el tema, se decidió que era mejor buscar encauzar el debate desde la racionalidad y el respeto de las diversas posturas“, escribió Peña.
Más allá de las heridas internas, un sector importante reconocerá en Macri la decisión de no obturar el debate en el seno de una estructura cuya mesa chica -Peña, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta- y las tres principales dirigentes del espacio -Carrió, Michetti y la gobernadora bonaerense- están firmemente en contra de la legalización del aborto. Es que, como aseguró Carrió en televisión, la decisión del jefe de Estado estaba sustentada en la convicción de que la ley no tendría luz verde.