El 6 de junio último, la señora en la vereda del Correo Argentino en el pueblo santafesino de Diego de Alvear vio la patente del vehículo de los asaltantes que acababan de robarse su jubilación del mes mientras escapaban. La grabó en su cabeza y la jugó a la quiniela. La señora no ganó. Doble mala suerte.
El golpe fue particularmente doloroso: ese día a las 8:30 de la mañana, un grupo de tres hombres entraron armados al Correo en el cruce de las calles San Martín y Cristophersen a la espera de un camión de la empresa Prosegur que traería los haberesdesde el Banco Nación de Venado Tuerto para los jubilados de la localidad de apenas dos mil personas, ubicada sobre la frontera bonaerense. Un hombre de 1,70 metros de estatura, piel trigueña, pelo corto oscuro, “morrudo” según testigos, estaba esperando en el lugar cuando llegó el camión, otros dos se sumaron al ver el blindado.
Los delincuentes marcaron de cerca al personal que descargaba las bolsas e ingresaron a la oficina con jubilados haciendo la cola para cobrar. “Esto es un asalto, atrás y al piso”, gritaron, sin encontrar resistencia.
Encañonaron al jefe de la dependencia postal y se llevaron todo: bolsas por 3,5 millones de pesos que cargaron en su vehículo de fuga, un Renault Sandero que estaba estacionado frente al Correo. Y se fueron. Un golpe perfectamente lubricado. Ni un solo tiro, con una fila entera de jubilados tristes viendo cómo se iba su plata, una de ellas perdedora de la quiniela de ese día.
El auto aparecería el mismo día, abandonado en un pajonal de la localidad de Iriarte, ya en la provincia de Buenos Aires, a solo cuatro kilómetros de Diego de Alvear, un hombre lo reportó en la comisaría del pueblo santafesino como idéntico al que se usó en el robo.
Mientras tanto, el intendente local, Daniel Sagardía, se lamentaba en una FM de la zona. El Correo Argentino del pueblo venía con un gran moño rojo encima: “Cuando viene el camión de caudales tenemos un solo policía que llegó tarde. Era obvio que iba a suceder”, dijo, mientras reclamaba en notas en canales de aire que le pongan un cajero automático al pueblo.
El Renault estaba mal desde su patente, “lateado” según la jerga de ladrones, su chapa estaba cambiada: había sido robado en abril de este año, con pedido de captura. Las chapas nuevas estaban limpias de cualquier sospecha. El sistema de cámaras provinciales de lectura de patentes había visto al Sandero dos días antes circulando por Junín, con rumbo a la ruta nacional 7.
Había otros autos que lo seguían de cerca, un Ford Focus y un Chevrolet Onix con sus patentes originales. Esos autos tenían titulares, conductores autorizados. Javier Arzubi Calvo, fiscal federal de la jurisdicción de Venado Tuerto en la que recae Diego de Alvear, tenía con qué empezar, con un expediente bajo la firma del juez Aurelio Cuello Murúa.
Hoy por la mañana, una redada hecha por la Policía de Seguridad Aeroporturia bajo las ordenes de Arzubi Calvo con objetivos en Diego de Alvear, Junín y la ciudad de Buenos Aires terminó con la incautación de 230 mil dólares, casi el triple de lo que se robó en el Correo, 8,85 millones de pesos a cambio del día, gran cantidad de pesos y también dólares falsos, varias alhajas.
Hubo también seis detenidos, entre ellos el titular y el ayudante del Correo de la zona. También, confían fuentes de la investigación a Infobae, fue arrestado Fernando Martín Sagardía, de 40 años, ex empleado de una pinturería y chofer de micros según él mismo, que irónicamente cobra una jubilación del ANSES con apenas 40 años de edad de acuerdo a información previsional.
El apellido no es casualidad: Fernando es sobrino del jefe comunal. Su tío, aseguran en Diego de Alvear, está totalmente sorprendido por su involucramiento en el expediente del robo al Correo. Lo veía poco, para empezar, Fernando vive en Junín, donde fue arrestado. Daniel nunca había sospechado de él, o de ningún otro detenido. “Son todos gente buena”, dice una voz en el pueblo.
Las conexiones telefónicas no lo favorecieron. El Ford Focus que seguía al Renault del asalto estaba a nombre de Walter P., un hombre de 40 años oriundo de Villa Mercedes, San Luis, un “cañero” de carrera con antecedentes de robo con privación ilegítima de la libertad, el presunto jefe de la banda que también fue detenido hoy por la mañana: la triangulación de celdas de celulares reveló que una línea a nombre de Walter llamó dos veces desde Junín dos días antes del robo a un teléfono de Fernando Sagardía.
Otras líneas a nombre de Walter y Fernando volverían a comunicarse en la mañana del robo, con impacto esta vez en las celdas de Diego de Alvear. Los teléfonos de ambos sonaron más tarde ese mismo día a las 19, no en el pueblo, sino un poco más lejos, a unos diez kilómetros de distancia en la localidad de San Gregorio, también en Santa Fe.
Todo cerraba para el fiscal: el sobrino del intendente estaba ubicado en tiempo y espacio con el resto de la banda. Cómo el sobrino del intendente colaboraba con Walter P. es algo que queda por determinarse, ambos serán indagados mañana en Venado Tuerto.
Los teléfonos identificados fueron intervenidos, charlas posteriores de Walter P. y sus socios apuntaron a nuevos atracos tras el robo de las jubilaciones.
El hallazgo de los 230 mil dólares lleva a una sospecha obvia: ¿la banda de Walter tenía un cuevero a disposición para cambiar su dinero? Hasta ahora, el fiscal Arzubi Calvo no identificó a ninguno en el expediente. Los investigadores, por otra parte, todavía no sospechan de nadie en las filas del ANSES.