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Todos dicen que la división favorecería a Macri y enterraría sus expectativas. Por eso, nadie quiere dar por cerrado el tema: sería políticamente costoso. El problema sigue siendo cómo definir la candidatura presidencial. Y pesan otros factores, entre ellos Massa
“Esto va a terminar favoreciendo a Macri”, coinciden, curiosamente, en el circuito de Alternativa Federal y en el entorno de Roberto Lavagna. No faltan miradas desconfiadas y hasta conspirativas, que parecen además atajos destinados a eludir la carga de responsabilidades o debilidades del propio espacio para superar la disputa. Si nada cambia, la ruptura se convertiría en una mochila con pesados costos políticos y electorales, y tal vez por eso mismo ninguno quiere dar por cerrado el final. No sobra el tiempo: quedan apenas veinte días para intentar una recomposición.
A juzgar por lo que ocurrió durante las últimas 48 horas, y los reproches que se escuchaban anoche mismo, no sería sencillo encontrar una vía de acuerdo porque el núcleo de problema sigue siendo el mismo desde el principio de la relación: el modo de consagrar al candidato presidencial. PASO o coronación por acuerdo. De un lado, los socios fundadores de Alternativa Federal: Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey, Miguel Angel Pichetto y Sergio Massa. Y del otro, Lavagna. Eso –primarias o no- como dato saliente, más sospechas y recelos sobre el modo real de plantear el fin de la grieta, el grado del discurso opositor y la diferenciación con el kirchnerismo.
Lavagna dijo que “por ahora” sigue como candidato sin acuerdo con Alternativa Federal. En el PJ federal tampoco querían aparecer ayer clausurando todos los puentes. Creen, sin embargo, que no había más margen para estirar una negociación que sólo generaba mayor desgaste y podía terminar hasta en desbande si seguía así hasta las horas previas a la anotación de los frentes electorales, el 12 de junio. En sintonía con el almanaque, el panorama externo empieza a ser definido. El kirchnerismo muestra la fórmula invertida Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, a la vez que presiona sobre Massa y gobernadores del PJ. Y el oficialismo, apenas pase la Convención radical, el lunes que viene, arrancará con su negociación interna de fondo.
Frente a ese cuadro electoral más acelerado, prolongar sus propias indefiniciones podría consumir también en días el renovado capital político de Schiaretti, en su papel de eje del reagrupamiento. Cortar una lánguida e improductiva línea de negociación con el ex ministro de Economía fue de algún modo una medida sanitara para el peronismo federal. Lavagna, en tanto, buscaría ahora salirse del lugar de única pieza que traba el entendimiento y oxigenar su proyecto, con una primera sucesión de entregas mediáticas.
Por lo pronto, los malestares cruzan la relación. Entre los socios de Alternativa Federal el mayor reproche es a lo que califican como “capricho” y “soberbia” del ex ministro. Sostienen que no era posible ahora abandonar el criterio inicial de esta convergencia peronista: el compromiso de resolver la candidatura en elecciones primarias. Eso, recuerdan siempre, fue una manera de dejar abierto el espacio sin imposición de fórmula ni de liderazgo. Por supuesto, se admite que si alguno despegaba largamente en las encuestas, ese compromiso inicial podía ser revisado. No pasó con los propios y tampoco con Lavagna. Massa y Urtubey siempre advirtieron que no se bajaban de la competencia. Exhiben sus números –incluso alguna encuesta circuló ayer en la reunión del mediodía- y al igual que Schiaretti y Pichetto sintieron ese cuadro no se alteraría sustancialmente en el corto plazo. El gobernador cordobés, en especial, consideró además que el tiempo empezaba a jugar en contra y no sólo por Lavagna.
En el círculo del ex ministro de Economía había enojo por el desenlace. Allí afirmaban que en el último contacto personal de Lavagna con Schiaretti, el martes, habían quedado en seguir conversando. Y que ayer fueron sorprendidos por la reunión de los cuatro fundadores de Alternativa Federal, cerrando de hecho la discusión sobre las primarias, convocando a Miguel Lifschitz y Margarita Stolbizer, y ampliando el posible frente a Daniel Scioli y Marcelo Tinelli.
Pero más que con Schiaretti, el malestar asomaba apuntado a Massa. Creen que sería el principal responsable de este corte con Lavagna y, además, especulan con que finalmente se volcaría hacia el kirchnerismo. También son fuertes los recelos similares de Stolbizer y Lifschitz, aunque habrían sido partidarios de no dar por sepultada la negociación con el peronismo federal.
Las prevenciones sobre el juego de Massa emergen al mismo tiempo en la mesa de Alternativa Federal. La decisión empujada centralmente por Schiaretti, para ratificar el mecanismo de las PASO, también habría apuntado a desactivar elementos que pudieranallanar el camino a una salida de Massa, tironeado de manera abierta por Alberto Fernández y La Cámpora. No parece claro cómo le pagarían políticamente un salto de esa naturaleza.
Los matices discursivos no son menores. Massa centra sus definiciones en la necesidad de un gran entendimiento opositor contra Macri. Urtubey y Pichetto, en cambio, son también explícitos en los cuestionamientos y la distancia en relación con el kirchnerismo. Lavagna sostiene que no hay que acercarse a ninguno de los protagonistas de la grieta. Como se ve, no repetiría la misma línea divisoria que se registra por la cuestión de las PASO.
De aquí al 12 de junio se verá si hay uno o dos frentes electorales, es decir, Alternativa Federal por un lado y Consenso 19, con Lavagna, por el otro. También podría quedar claro si la diferencia de discurso es sólo eso.