INFOBAE
La Unión Cívica Radical se apresta a ratificar su pertenencia a Cambiemos y procurar una “ampliación en una nueva coalición para participar en las próximas elecciones nacionales”, según el borrador de documento que empezó a circular en las últimas horas entre los miembros del Comité Nacional, al que tuvo acceso Infobae.
También se habilitará a la constitución de una comisión de acción política para que negocie la instrumentación de esos acuerdos, que seguramente será integrada por Alfredo Cornejo, Gerardo Morales y Enrique “Coti” Nosiglia, quienes luego elevarán su informe a la conducción del partido para que tome “la decisión final sobre la constitución de la alianza electoral”. Dado que entre la convención y la presentación de alianzas a la justicia electoral quedarán dos semanas, nadie se anima a pronosticar qué fuerza política o qué dirigentes podrían formar parte de la nueva coalición.
Faltan pocos días para la convención nacional que se realizará en Parque Norte y los celulares de los radicales arden. Atentos a cada mensaje, los dirigentes pasan de reunión en reunión relojeando el teléfono para seguir el pulso del nuevo momento crucial en la historia del centenario partido, que los encuentra en un oficialismo sui generis, con un pie en el poder y otro en el reproche a la mesa chica del Gobierno que concentra el PRO.
Sin embargo, nadie apuesta a que triunfe la postura de quienes pretenden que la UCR se vaya de Cambiemos, una decisión que hasta los más críticos juzgan inviable a esta altura las cosas. “A comienzos de esta semana los dos tercios de los 324 convencionales iban a votar por quedarse en la coalición y un tercio por irse; pero cuando empiece la convención no creo que los rebeldes siquiera lleguen a 100, realmente creo que serán muchos menos”, aseguró un miembro del comité nacional del radicalismo.
Claro que seguir en Cambiemos no significa blindar de críticas el presente de la coalición, donde no hay radicales que no tengan cuentas pendientes porque se designan como funcionarios nacionales a radicales sin consenso con el partido o se enteran de las decisiones por los portales de noticias, sin posibilidad de influir en las políticas, ni lograr siquiera que se escuche la voz de la experiencia de muchos dirigentes que aprendieron de las heridas que se hicieron en otras administraciones.
“El logo de Cambiemos tiene todos los colores, pero las decisiones del Gobierno tienen uno solo”, se quejó un dirigente bonaerense. “La coalición no funciona y es algo que paga todo el país”, dijo otro de una provincia del norte. “Tenemos que acordar reglas de juego y que se respeten”, reclamó un representante porteño. “La única alternativa es abrir Cambiemos, antes, durante y después de las elecciones, damos una imagen cerrada y así no se puede seguir”, adelantó un legislador cuyano.
“Abrir Cambiemos”, es el mantra en el que coincide la mayoría, aunque nadie puede explicar cómo podrá hacerse si el 12 de junio hay que presentar las alianzas que intervendrán en las elecciones y el 22 de junio los candidatos. Uno de los dirigentes, incluso, fue honesto al reconocer que planteó duramente a un senador del PRO la necesidad de incorporar dirigentes de otros espacios, que -frío- le contestó “los que invitamos a comer a casa no quieren venir”.
Así, el planteo de “abrir Cambiemos” quedaría abstracto y solo podría mostrarse apertura colocando un candidato a vicepresidente que podría ser Martín Lousteau, Alfredo Cornejo o Ernesto Sanz o asegurando un jefe de Gabinete o la mitad de los ministerios para radicales.
Otra posibilidad para salir de la trampa de que “con lo que hay no alcanza para ganar” (en la que coinciden la mayoría de los radicales, aunque después de las críticas que recibió Alfredo Cornejo por hablar de más nadie se anima a repetirlo en voz alta) es proponiendo como candidato a presidente al dirigente que mejor mida en las encuestas. O sea: María Eugenia Vidal.
En concreto, lo más probable es que la mesa que se reunió la semana pasada en un restaurante de San Telmo sea el espacio donde se termine de escribir el pliego de las condiciones que el radicalismo entregará al Gobierno para que la alianza continúe y se fortalezca.
Se trata de Cornejo, el gobernador de Mendoza y presidente del partido, el gobernador de Jujuy Gerardo Morales, el vicegobernador de Buenos Aires Daniel Salvador, el diputado y secretario general del comité UCR José Cano, los presidentes de los interbloques Cambiemos del Senado y Diputados, Luis Naidenoff y Mario Negri, el ex presidente del bloque del Senado Angel Rozas, más Ernesto Sanz y Enrique “Coti” Nosiglia.
Infobae quiso saber quién faltó en esa marisquería de San Telmo y, salvo el gobernador de Corrientes Gustavo Valdés, que está en plena campaña y se excusó (pero sabe que es parte del núcleo de las decisiones internas), nadie supo decir si faltaba alguien más. ¿Federico Storani, que es vicepresidente 2º del partido? “No tiene nada, está aislado”. ¿Ricardo Alfonsín? “Deberían sumarlo, por el apellido que lleva, pero se lo considera disruptivo, con dificultad para sumar”. ¿Changui Cáceres? “No tiene un lugar institucional desde donde sumarlo”.
Es que el radicalismo tampoco anda regalando espacios. Ni siquiera sentaron una mujer a esa mesa, quizás porque no hay ninguna que represente un poder contante y sonante. “No es novedad que somos un partido machista, no me gusta que sea así, pero es lo que nos pasa y no es fácil superarlo”, reconoció un dirigente.
Preocupados por los bajos índices de popularidad que tiene la imagen de Macri en la mayoría de los distritos y conscientes de los riesgos que suponen la realización de la convención ante los focos de la ciudad de Buenos Aires, que los obligará a no hacer papelones y cuidar las formas, los radicales no se desentienden del sacudón del sábado, la fórmula Fernández-Fernández, definida por uno de los principales estrategas del partido como “la nueva cara del kirchnerismo que tenemos que vencer”.