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Se electrocutó al orinar en una obra, pero no lo indemnizarán

Un Tribunal Extracontractual desestimó la demanda de un joven de 20 años. El hecho ocurrió en 2004 en bulevar Oroño al 500.

Era una madrugada de agosto de 2004 y Mauro C., de 20 años, volvía a pie del boliche. Había caminado nueve cuadras cuando sintió ganas “incontenibles” de orinar. Estaba en bulevar Oroño al 500 y el lugar que le pareció más resguardado para hacerlo fue una obra en construcción que tenía abierta una parte del cerramiento externo de chapa. Entró, orinó y recibió una descarga eléctrica que lo dejó 23 días en terapia con quemaduras en el 10 por ciento del cuerpo. Tras su internación, inició una demanda contra la EPE y contra los dueños del edificio, a quienes reclamaba una abultada indemnización por daños patrimoniales y morales. Hace unos meses, el Tribunal Extracontractual Nº 6 rechazó la demanda al entender que la responsabilidad había sido suya por ingresar en propiedad privada y generar la descarga eléctrica al apuntar el chorro de orina directo contra el tablero eléctrico.

El edificio en el que Mauro se detuvo a las 5.30 del 13 de agosto está ubicado en bulevar Oroño 551. En ese entonces allí había una obra en construcción, cuyo frente estaba recubierto con maderas y chapas que sobresalía un metro de la línea de edificación. El joven había salido del boliche Satchmo, que funcionaba en Wheelwright entre Rodríguez y Pueyrredón, y decidió volver a pie a su casa.

De acuerdo con la demanda que presentó ante la Justicia, después de caminar nueve cuadras sintió una “incontenibles” ganas de orinar. La obra en construcción, que tenía una abertura de cerca de medio metro por el que se podía acceder, se le presentó como un buen lugar, ya que lo aislaba de la mirada de quien pudiera pasar.

En el fallo —firmado por los jueces Horacio Allende Rubino, Analía Mazza e Ignacio Aguirre— se explica que el muchacho atravesó la abertura y comenzó a orinar hacia adentro. Enseguida vio destellos de luz provenientes desde una caja de electricidad ubicada en el interior de la obra. Lo que ocurrió después fue una explosión que le alcanzó el rostro, las manos y los genitales. El diagnóstico cuando recibió atención médica fue de quemaduras de tercer grado en el 10 por ciento del cuerpo. La orina había hecho de conductora para que la electricidad le generara las lesiones.

Mauro corrió hacia el cantero central del bulevar y consiguió ver en la esquina una camioneta de la Guardia Urbana Municipal. Los efectivos llamaron a la ambulancia del Sies, que lo trasladó al hospital Carrasco. Allí estuvo todo el día hasta que fue derivado al Sanatorio Británico. En ese centro de salud permaneció internado 23 días en la sala de terapia intensiva.

En detalle

La demanda presentada por Mauro C. ante la Justicia apuntó a la EPE y a los dueños de los distintos departamentos que, en ese momento, estaban en obra. El joven reclamó un resarcimiento económico por daños patrimoniales (gastos médicos, de traslados y viáticos, daño psicológico y daño estético), por cien mil pesos, y otros cien mil por daño moral. De haber prosperado la demanda, ese monto se actualizaría con los intereses hasta la fecha de hoy.

Pero el Tribunal Extracontractual Nº 6 rechazó la demanda. Del análisis de los hechos los jueces entendieron que el joven podría haber orinado en el boliche antes de emprender el regreso a su casa, lo que hubiera evitado el accidente.

Que, “suponiendo que el deseo miccional” le hubiera surgido “en forma repentina e incontenible” como para violar el Código de Faltas —que prohíbe orinar en la vía pública—, podría haberlo hecho en cualquier otro lugar, evitando ingresar en propiedad privada, “siendo indiferente que el ingreso se encontrase abierto, dado que tal circunstancia no puede tomarse como una invitación a ingresar a predio ajeno o a un lugar vedado”.

Para el Tribunal, fue el muchacho quien “actuó de manera negligente”. Y , en última instancia, habiendo decidido ingresar a la obra en construcción para saciar sus necesidades, “no debería haber orinado contra la fusiblera” que si bien está protegida de, por ejemplo, una lluvia, no está preparada para soportar “un chorro directo”.

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