“No es que seamos buenos, es que los demás son peores”, es la frase del Perón fundador que atraviesa implacable las décadas y perdura, nítida, en el nuevo siglo.
Las distintas versiones del peronismo ven un país en movimiento declinante, vertiginoso, donde la vacancia de representación se acelera hacia lo desconocido. El peronismo quiere ser parte del juego. Por ahora, por goteo, se beneficia, incluso sin ofrecerle ningún formato claro a ese tercio de la sociedad hoy decepcionado y en orfandad política. Sienten que Macri se hace goles en contra y que está empantanado en un partido irremontable.
Las encuestas muestran la caída del proyecto de Cambiemos a su piso histórico: un tercio de los votantes. Para sorpresa de muchos, aunque no de todos, el tercio del “medio” del electorado, el que oscila, ideológicamente gaseoso, que con sus votos abre y cierra las épocas políticas (y que optó mayoritariamente por el sueño amarillo en 2015), ahora anda aturdido por la vida. ¿Cómo pudo ocurrir lo que está ocurriendo en la Argentina?
El peronismo se organiza alrededor de tres visiones, que en algunos casos no alcanzan, por ahora, el statu de espacios políticos. El kirchnerismo y sus aliados, la fuerza principal, la que dejó en pie Cristina, la pesada herencia que padece Macri. Y que, para sorpresa, cuando tenía que terminar de morir, renace y lleva a su jefa política a niveles de adhesión en torno del 35 por ciento de los argentinos. Además del kirchnerismo y sus aliados naturales, en esa visión aparece Alberto Rodríguez Saá, creador del “hay 2019”, que en estos días reforzó con “habrá una Paso con todos adentro”.
Luego asoman dos universos peronistas. Uno que busca romper quirúrgicamente, aislando a Cristina y quedándose con al menos una parte de su base electoral. Allí tributan los gobernadores de muy buena relación con el mundo amarillo, los que han visitado más veces la Casa Rosada —en los últimos 30 meses— que la de sus propios familiares.
La figura más vistosa de ese ala peronista, el salteño Juan Manuel Urtubey. Tenía todo listo para lanzarse como recambio moderado al gobierno de Cambiemos, pero tuvo dos problemas serios: Cambiemos viene fracasando y la reconversión a un lenguaje opositor tal vez le resulte impracticable. Además, en la última elección de 2017 su lista salió tercera en Salta.
Comparten ese ala del peronismo Miguel Angel Pichetto, Sergio Massa y el peronismo cordobés, entre otros. El jefe del Frente Renovador (FR), por ahora, es el único nombre real competitivo de ese peronismo racional, amigable de la Casa Rosada. El resto de los candidatos de ese espacio no aparecen en las encuestas.
Entre un peronismo de centroizquierda y otro hacia la derecha se insinúa un tercer espacio que tendría la capacidad de organizar un “todos adentro” sin proscripciones. La figura mas entusiasta de esa opción es Felipe Solá.
Felipe estuvo con todos los peronistas, desde Carlos Menen, pasando por Eduardo Duhalde y luego Néstor Kirchner. Y también con los armados opositores a Néstor y a Cristina, como su alianza con Francisco de Narvaez, Massa y hasta con Macri, en sus inicios.
Sin rencores, con relaciones nobles con los “distintos” peronismos, incluso familiares, Felipe ahora ve el abismo al que conduce el macrismo y quiere la unidad grande para ganarle en 2019. En la superestructura política la intervención de Solá es relevante, aunque su anclaje social y popular no aparece en las encuestas.
Al tiempo que la ex mandataria se beneficia con su silencio “táctico”, sin moverse mucho, casi sin hablar, salvo para calificar al presidente de “machirulo”, el que sí trajina los territorios, desde el espacio cristinista puro, es Agustín Rossi. Ya visitó 70 de los 134 distritos de la provincia de Buenos Aires. Y esta semana visitará Córdoba, por ahora sin llegar a la capital de esa provincia.
Con su impronta y el prestigio ganado en el Congreso, lleva la propuesta del armado amplio, con la herramienta de las Paso para dirimir diferencias. Y lleva algo que no se dice expresamente, pero se sobreentiende: el aval de CFK, quien —en principio— no se propondría volver en 2019. Aunque sólo ella y, eventualmente, Macri son los únicos dos dirigentes de la Argentina que podrían decidir sus candidaturas en la noche anterior al cierre de listas. El resto tiene que remarla.
Cuando los peronistas no kirchneristas (es el caso de Pichetto) hablan sobre una supuesta candidatura de CFK, Rossi sonríe por dentro, aunque lo salga a cruzar al senador nacional por Río Negro.
Rossi analiza que los peronistas que se autodenominan “de los gobernadores” no tienen candidato y no lo van a tener, por eso se ponen nerviosos y tiran la candidatura de Cristina, hablando en su nombre, cuando no tienen ningún contacto con ella. “Buscan proteger a Macri, corriéndolo del eje de la discusión pública”, comenta el santafesino en la intimidad.