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Lula pasó su primera noche en la cárcel tras resistir 26 horas su detención

Fue trasladado a Curitiba, donde cumplirá su condena de 12 años de prisión impuesta por el juez Moro y la Cámara de Apelaciones de Porto Alegre.

Después de al menos 26 horas de que se cumpliera el plazo establecido por el juez Sérgio Moro, el ex presidente Lula da Silva se entregó en la tarde de ayer a la policía, para empezar a cumplir una pena de más de 12 años de cárcel por corrupción y lavado de activos. Lula, de 72 años, salió a pie del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en el Estado de San Pablo, donde estaba atrincherado desde hacía dos días, para subir a un vehículo de la Policía Federal, que partió escoltado por una caravana de otros vehículos. El convoy se dirigió hacia el aeropuerto paulista de Congonhas; desde allí, Lula fue trasladado a Curitiba, a menos de una hora de vuelo, donde pasó su primera noche en una celda especial de 15 metros cuadrados, con baño privado. Previamente, simpatizantes de su fuerza política, el Partido de los Trabajadores (PT), le impidieron salir de la sede del sindicato, dando lugar a tensas escenas. El anuncio de su detención fue recibido con bocinazos y fuegos artificiales en barrios de San Pablo y otras ciudades brasileñas.

Lula anunció su intención de entregarse unas horas antes, al final de una misa frente a la sede sindical, en memoria de su esposa fallecida el año pasado. El ex presidente fue condenado como beneficiario de un departamento ofrecido por la constructora OAS a cambio de facilidades de contratos en Petrobras. “Voy a cumplir la orden de cárcel, y cada uno de ustedes se transformará en un Lula”, afirmó el ex mandatario de izquierda (2003-2010), que se proclama inocente, desencadenando un clamor unánime de “Soy Lula! Soy Lula!”. “La policía y los investigadores del Lava Jato mintieron. Los fiscales mintieron”, agregó Lula, aplaudido por algunos miles de seguidores. “No les perdono que hayan dado a la sociedad la idea de que soy un ladrón”, prosiguió. Sin embargo, dijo que “voy a enfrentarlos ojo a ojo. Cuantos más días me tengan allá, más Lulas van a nacer en este país”. “El juez Moro mintió al decir que ese departamento era mío”, clamó, y atribuyó su condena al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones de octubre, para las que aparece como favorito en los sondeos. “Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos”, proclamó, antes de ser sacado en andas de un camión sobre el cual se había improvisado una capilla. “Ese es el crimen que cometí (…). Y si fuera por ese crimen, de colocar a negros en la universidad, de que los pobres puedan comprar un auto, viajar en avión, seguiré siendo un criminal”, arengó desde la cima del vehículo, acompañado por dirigentes de partidos de izquierda aliados y de Dilma Rousseff, su sucesora y heredera política, destituida en 2016 por el Congreso. Lula trató de alentar a sus partidarios, rodeándose de jóvenes candidatos de otros partidos de izquierda y reafirmando un programa de defensa de los derechos sociales y de las empresas nacionales. Pero los ánimos no daban para ver demasiado lejos. “Con Lula preso estamos todos presos”, dijo Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (Estado de San Pablo). “Siento mucha tristeza. Este es el fin de una era de conquistas sociales”, comentó con los ojos humedecidos Renato Silva, un profesor de historia, de 30 años.

La detención de Lula es un nuevo capítulo de la crisis política brasileña, marcada por la destitución de Rousseff en 2016 y por una ola de arrestos de empresarios y políticos en la operación Lava Jato, liderada por Moro, que destapó una gigantesca red de sobornos en Petrobras. El actual presidente y x vice de Rousseff, , Michel Temer, fue denunciado dos veces porr corrupción y obstrucción a la Justicia, pero la Cámara de Diputados, con decenas de legisladores investigados, bloqueó las investigaciones del Tribunal Supremo de Justicia.

Tensión

La policía de Curitiba decidió alinear barreras de agentes y de vehículos para mantener separados por unos 30 metros a partidarios y adversarios del ex mandatario cuando éste llegó a la ciudad. Un avión liviano a hélice lo había trasladado desde San Pablo.

Algunas decenas de manifestantes antilulistas se congregaron allí por la tarde, produciéndose algunos incidentes con lulistas. “Estamos aquí para mostrar que no queremos más impunidad. El pueblo despertó”, dijo Thais Taques, de 33 años. “Lula se burla del pueblo. Fueron muchos años de corrupción, y miren cómo están la seguridad pública, la salud, la educación”, agregó la mujer, que vestía una remera con la imagen del diputado de ultraderecha Jair Bolsonaro. Manifestantes vestidos de verde y amarillo, los colores nacionales, celebraron gritando: “Ven Lula, Curitiba te espera con las rejas abiertas”.

El Partido de los Trabajadores insistió en que Lula seguirá siendo el candidato para los comicios de octubre. Técnicamente, empezar a cumplir su condena no le obliga a abandonar la carrera electoral. Pero la corte electoral decidirá sobre las candidaturas en agosto. Se espera que vete a Lula, en base a la ley que impide la elección de aspirantes con condenas confirmadas en segunda instancia, aunque esa decisión podría ser recurrida.

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